La Metamorfosis de Kafka, la discapacidad física y la vejez extrema

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Franz Kafka murió hace cien años. Su libro más leído es, sin duda, La metamorfosis. La historia es bien conocida. Gregorio Samsa, un joven como cualquier otro, amanece convertido en un insecto gigante. ¿Por qué? Nadie lo explica. Simplemente sucede y esa desgracia le arruina la vida al protagonista.

El autor,  en una fotografía de 1922.
El autor, en una fotografía de 1922. ı Foto: Especial

Gregorio vive en un departamento con sus padres y su hermana menor. Los padres no saben qué hacer y es la hermana, Grete, la que se encarga de alimentar a Gregorio y limpiar su habitación. No se le permite salir de ahí para no provocar pánico y avergonzar a la familia. Pasan los días y los padres de Gregorio se empiezan a cansar de la situación, que se ha vuelto insostenible. Llega un momento en el que incluso Grete acepta que deben encontrar una manera de deshacerse de su monstruoso hermano. Una herida se le infecta a Gregorio y deja de comer. Muere en silencio y sus restos son tirados a la basura. La familia por fin descansa y sale a dar un paseo, liberada de la carga de Gregorio y haciendo alegres planes para el futuro.

Una característica de las grandes obras de la literatura es que permiten que se les hagan muchas lecturas. La metamorfosis no es la excepción. Se han ofrecido interpretaciones psicológicas, psicoanalíticas, sociológicas, históricas, políticas e incluso feministas de la novela. Frente a este alud hermenéutico, algunos críticos han insistido en no buscar en ella simbolismos o metáforas y tomarla como un objeto artístico autosuficiente. No pretendo ofrecer aquí otra interpretación y, mucho menos, intentar desvelar las intuiciones profundas del autor, sino simplemente comentar algo que se me ocurrió. La novela de Kafka, me parece, se puede leer como una tragedia sobre el cuidado familiar en condiciones extremas.

Supongamos que, en vez de despertar convertido en un insecto, Gregorio hubiera amanecido tetrapléjico. En esta condición, Gregorio no dejaría de ser un humano, pero perdería una cantidad considerable de capacidades humanas. Su cuerpo se convertiría en algo diferente. Ya no sería el mismo con el que se levantaba por la mañana para ir al trabajo, interactuar con su familia, hacer planes sobre el futuro. Ese otro cuerpo requería de cuidados intensivos para sobrevivir. De eso se encargaría la hermana. Grete, la cuidadora, la representante de la ética del cuidado, de la compasión, del sacrificio y que, sin embargo, tiene un límite, es decir, llegaría un momento en el que ella ya no estuviera dispuesta a seguir renunciando a su vida personal, a sus estudios de violín, a su futuro matrimonio, por ocuparse de su hermano. La diferencia entre el Gregorio insecto y el Gregorio tetrapléjico es que el primero deja de pertenecer al género humano y, por lo mismo, carece de derechos que protejan su existencia y su bienestar, mientras que el segundo no deja de ser un humano y, por lo mismo, todavía posee derechos. No obstante, podemos suponer que los sentimientos de la familia del Gregorio tetrapléjico pueden aproximarse a los de la familia del Gregorio insecto. Gregorio el tetrapléjico ya no es el de antes. No contribuye con nada al resto de la familia, es una carga. Y así como cuando murió el Gregorio insecto, sus padres y su hermana sintieron un alivio, cuando muriera Gregorio el tetrapléjico, sus familiares sentirían lo mismo.

La metamorfosis de Gregorio Samsa también puede verse como una metáfora comprimida del envejecimiento discapacitante. Los ancianos dejan de parecerse a las personas que fueron en su juventud. Sus cuerpos ya no son los mismos, no al grado de asemejarse al de un insecto repugnante, pero sí al de ya no reconocerse como lo que eran antes, cuando estaban plenos de vigor y lozanía. El rostro de los viejos se deforma, su cuerpo se encoje, su mente se atrofia, su carácter se amarga. Este proceso no sucede de un día para otro, como en el caso de Gregorio, sino a lo largo de muchas décadas en las que, cuando uno se mira al espejo, se da cuenta de que se está padeciendo una lenta metamorfosis. A veces, el anciano acaba como un discapacitado al que hay que atender permanentemente. Cuando eso sucede, no podemos ignorar la triste moraleja de la novela de Kafka.

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