Expedición a Aztlán

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

En el capítulo XXVII de su Historia de las Indias de la Nueva España, Fray Diego Durán contó una historia fabulosa que todavía al día de hoy nos impacta por su profundo simbolismo.

Mapa de la migración de Aztlán a Chapultepec, creado en 1704.
Mapa de la migración de Aztlán a Chapultepec, creado en 1704.

El emperador Moctezuma Ilhuicamina había alcanzado un poder enorme, como nunca antes se había visto. Un día convocó a su sumo sacerdote, el legendario Tlacaélel, para compartir con él una idea extraordinaria. Los mexicas se habían aposentado en el valle de México después de haber peregrinado durante muchas décadas. Habían llegado a la tierra prometida por su dios tutelar Huitzilopochtli y habían cumplido con su glorioso destino. Lo que se sabía es que habían salido de un lugar llamado Aztlán, en donde había un cerro en medio del agua llamado Culhuacán y dentro de éste una zona de cuevas conocido como Chicomóztoc. La idea que se le ocurrió a Moctezuma fue enviar una expedición a Aztlán para encontrar a sus parientes y localizar, en lo particular a la diosa Coatlicue, madre de Huitzilopochtli. Los viajeros llevarían valiosos regalos, les harían saber del poder y las riquezas que los aztecas habían acumulado y los invitarían a que vinieran con ellos para aposentarse en su flamante ciudad.

Moctezuma concibe la búsqueda de Aztlán como una expedición militar, sin embargo, Tlacaélel le hace ver que se trata de un viaje de otro tipo. Todo había cambiado desde que los aztecas habían dejado Aztlán: la tierra se había llenado de plantas espinosas, los llanos se habían convertido en pantanos, no había manera de encontrar a Aztlán más que por medio de la magia. En vez de soldados, habría que reunir a un grupo de brujos que encontrar el camino por medio de sus artes secretas. Tlacaélel entendía perfectamente que la búsqueda de Aztlán no era la de un lugar físico sino la de un lugar mítico. Moctezuma le hace caso al sabio Tlacaélel y reúne a un grupo de brujos a quienes le encarga viajar a Aztlán.

A partir de este momento, la narración de Duran se convierte en una fábula impresionante. Los brujos se reúnen en Cuautepec, cerca de Tula, y deciden convertirse en animales para viajar a Aztlán. Fue así que llegan a su destino y se convierten otra vez en seres humanos. Lo que encontraron fue un lugar paradisíaco. Los habitantes de Aztlán no podían creer que hubieran pasado tantas generaciones desde que los mexicas hubieran salido de ahí ya que para ellos el tiempo no pasaba, no envejecían, no se enfermaban. Los brujos piden que los lleven con Coatlicue para transmitirle el mensaje de Moctezuma. La diosa vive en la cima de Culhuacán al que a duras penas llegan los brujos porque está cubierto de arena. Al verla, quedan sorprendidos: era una anciana fea y sucia. Ella les explica que desde que su hijo Huitzilopochtli se había ido con los mexicas no se había lavado ni cambiado de ropa y no había dejado de llorar. Los brujos le informan el motivo de su visita y le dan sus lujosos regalos. Coatlicue les dice que Huitzilopochtli le prometió que volvería cuando dejara a los mexicas bien aposentados y enseñoreados de sus tierras, pero que llegaría un día en que sus enemigos los vencerían y entonces el dios regresaría a Aztlán para reunirse de nuevo con su madre. La diosa les pide a los brujos que le recuerden a Huitzilopochtli de su promesa. Cumplida con su misión, los brujos vuelven a convertirse en animales para retornar a Cuautepec y de ahí emprender el camino de regreso a Tenochtitlan. Los brujos se reúnen con Moctezuma y con Tlacaélel y les informan de lo que vieron en Aztlán. El emperador y el sumo sacerdote quedan muy conmovidos y lloran de emoción. Lo que ellos entienden, desde ese momento, es que Coatlicue les había enviado el mensaje de que los días del esplendor de Tenochtitlan estaban contados. Los adivinos a los que ellos luego consultaron confirmaron la profecía de la diosa: un grupo de hombres procedentes del oriente derrotarían al orgulloso imperio azteca en un futuro próximo.

La historia de la expedición a Aztlán no sigue increpando. ¿Cuál es el Aztlán simbólico al que los mexicanos del presente quisiéramos retornar? ¿Qué mensaje profético suponemos que podremos recibir en esa búsqueda de nuestro origen?

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