Última alerta: la hora de la ciudadanía

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>&nbsp;<br>
Horacio Vives Segl*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.  larazondemexico

Terminan —por fin— las largas y agotadoras campañas. Más en este proceso electoral en el que no hubo sincronía entre los tiempos legales y los políticos, que llevó a una de las coaliciones a estar en ante-pre-campaña desde que pasaron las elecciones legislativas intermedias de 2021. Ahora quedan unos días de reflexión para que el electorado vaya este domingo a las urnas a decidir el destino del país.

Ésta es —sin temor a equivocarse ni escatimar lo que está en juego— la elección más importante en el sinuoso camino que ha tenido que recorrer la joven democracia mexicana en su proceso de consolidación. Toda elección presidencial, por supuesto, es de la mayor centralidad. Máxime una como la actual, en donde además estará en juego la renovación total del Congreso de la Unión, ocho gubernaturas y la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, así como la concurrencia en todas las entidades federativas del país, con lo que estarán en disputa más de 20 mil cargos en las ramas ejecutiva y legislativa que integran nuestro federalismo electoral. Esto es, una cantidad importantísima del personal político va a ser renovado en función de la voluntad ciudadana expresada el 2 de junio. Con su voto, la ciudadanía va a decidir, entre otras cosas, no sólo quién ganará la Presidencia y las gubernaturas, sino qué partidos seguirán existiendo, cómo se integrarán las bancadas legislativas, cuánto presupuesto van a tener a partir del próximo año y en qué magnitud accederán a los medios de comunicación masiva. No es poca cosa. El INE y los organismos públicos locales están listos para la gran celebración ciudadana.

Llegamos al final de unas campañas electorales en donde las encuestas no nos dicen nada. En una crisis de credibilidad ciudadana como pocas veces se había visto —tal vez nunca— en el país. En las que, por un lado, un polo señala que una candidata tiene 30 o más puntos porcentuales de ventaja y otro polo muestra un empate técnico entre las dos punteras. La distancia no puede ser más abismal.

Lo que sí hemos presenciado es un enorme interés ciudadano en participar en las elecciones. Es emocionante observar esa renovada energía por involucrarse en esta que es la toma de decisión política más crucial que se realiza en una sociedad democrática. No hay que dejarles exclusivamente a las maquinarias de los partidos que decidan por el conjunto de la ciudadanía quiénes deben integrar gobiernos y congresos en función de los resultados del 2 de junio.

Lo que está en juego va mucho más allá de los citados cargos en disputa: es la supervivencia de una democracia constitucional representativa y pluralista. Donde todos quepamos y tengamos los mismos derechos. Que el Poder Judicial se mantenga como el garante de la Constitución y del Estado de derecho y que sea un contrapeso eficiente de las pulsiones autoritarias del Poder Ejecutivo. Donde no se lucre políticamente con los programas sociales. Que se respeten las instituciones que son contrapeso de la Presidencia. Que se revierta el deterioro democrático o se avance en la destrucción, porque no hay engaño con lo que las candidaturas entienden por democracia —dos cosas tan distintas no pueden significar lo mismo—. Así de apremiante es lo que tenemos como punto de inflexión para nuestra democracia. Finalmente, lector elector, la invitación es que salga este domingo 2 de junio a votar. En sus manos está el futuro del país.

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