La miopía electoral

ARISTAS

Antonio Michel Guardiola<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Antonio Michel Guardiola*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Muchos analistas políticos, escritores, académicos e integrantes de la marea rosa miramos incrédulamente las cifras finales de las elecciones de 2024 y buscamos una explicación a un triunfo con más de 30 puntos de ventaja, con la mayoría en el Congreso y 7 de los 9 estados. En realidad, las respuestas siempre han estado allí, pero estos grupos no vimos —o no quisimos ver— un resultado que representa lo que vive y desea la mayor parte de la población.

Ahora no fue el Presidente, sino nosotros mismos, quienes nos engañamos con la verdad.

En primer lugar, obviamos la popularidad del presidente López Obrador. Con una aprobación cercana al 60%, el dominio de la agenda mediática, el carisma que hace eco en la mayoría de la población y el apoyo que brindó a Sheinbaum, Morena empezó con el pie derecho.

Al nombrar a una aliada de AMLO al frente del INE, se flexibilizaron las sanciones, las precampañas iniciaron mucho antes, el Presidente cometió faltas que fueron ignoradas y no hubo un control del gasto en campaña, mientras que la oposición colocó a la candidata que preseleccionó el Presidente con la atención que le dio para sacarla de la contienda por la CDMX y arrojarla al ring más difícil.

El discurso divisor de “nosotros contra los fifís” ha polarizado y politizado un sinfín de temas. Ha exacerbado el resentimiento derivado de la gran disparidad económica, la exclusión social, la pigmentocracia y la brecha en acceso a derechos básicos. Un partido cuyo nombre, lenguaje, propuestas, discursos y prioridades hacen eco en todo el país atraerá a más votantes.

Desde la perspectiva económica, hubo logros —muchos no adjudicables enteramente al Gobierno—, que causaron regocijo en su base electoral, como el tipo de cambio, las represalias a las élites empresariales y la duplicación del salario mínimo. Hay que sumar las reformas laborales como la ampliación de días de descanso, las facilidades para los sindicatos y el aumento de las remesas. Los programas sociales, cuya dependencia sirvió como aliciente de votar para que permanezca en el poder quien les entrega dichos recursos, permitieron que se gestara un clientelismo.

A pesar de ser el sexenio más violento de la historia, la percepción general, de acuerdo con las encuestas más recientes, es que la seguridad mejoró. Sin importar el alza en homicidios, feminicidios y otros delitos, la normalización de estos acontecimientos aligera el impacto y permite que el bolsillo pese más.

Conforme a un estudio del Inegi, cerca del 45% de la población reconoció no leer ni escuchar algún medio para informarse. Cuando la única fuente de información son las redes sociales y las mañaneras del Presidente, difícilmente tendrán elementos para contrariar o cuestionar la información que reciben. La estrategia de atacar a los medios y manipular datos, sin importar las violaciones a la Ley, han blindado al Presidente de escándalos y le han permitido denostar a quienes lo confrontan.

La miopía electoral impide ver que, incluso la clase empresarial, tiene extremidades a lo lejos que se nutren de este Gobierno (los empresarios más ricos han crecido con Morena). Hasta que la empatía no lidere los acercamientos a entender la realidad del país y el cambio que exigen, no podremos ver lo que se avecina hasta que esté tan cerca que sea imposible mirarlo por completo para entenderlo y enfrentarlo.

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Carlos Urdiales