La promesa de Claudia Sheinbaum de continuar con el proyecto del Presidente López Obrador y su gestión como Jefa de Gobierno en la Ciudad de México nos sirven de guía para imaginarnos cómo será su presidencia, las similitudes y las diferencias que tendrá respecto a AMLO.
La biografía de Claudia, en particular, parece indicar que quizás la mayor diferencia entre los líderes se verá en su comportamiento en el ámbito internacional. A tan sólo unos cuantos días de su victoria tenemos ya las primeras señales de esto.
En la famosa entrevista con la periodista rusa Inna Afinogenova, unos meses antes de la elección, el Presidente respondió así a la pregunta: “¿Qué tiene Claudia que no tiene AMLO? Tiene todo, está más preparada que yo: habla inglés (...) es muy inteligente, académicamente es más que yo. Yo apenas y si terminé la licenciatura, y ella es doctora; es una mujer con convicciones, con principios, honesta, tiene muchos méritos y virtudes”, dijo. La respuesta de AMLO, que la oposición tachó de trivial, muestra a mi parecer la profunda diferencia en las biografías de estos dos personajes, diferencia que, como indica el Presidente, se traducirá en un tipo distinto de liderazgo. Mientras que AMLO delegó una buena parte del manejo de la política exterior a su secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, y decidió enfocarse en renegociar el tratado de libre comercio y contener y profundizar las relaciones con Estados Unidos, Claudia se perfila como una líder internacional por varias razones.
Aunque no se esperan grandes cambios respecto a AMLO en cuanto a sus posiciones frente a Estados Unidos y la migración en Centroamérica, hay dos temas que servirán para forjar su imagen internacional. En primer lugar, Claudia pertenece a la élite académica internacional y su formación como científica experta en el cambio climático, tema central en el ámbito multilateral, la perfilan como una posible líder global. En segundo lugar, a diferencia de AMLO, un líder popular que surgió de la lucha campesina y sindicalista y que, por lo menos al inicio, los mercados vieron con sospecha, la certeza jurídica y la estabilidad económica del régimen obradorista ponen a Claudia en una mejor posición de inicio. No sólo esto, sino que su plan para canalizar el nearshoring, modernizar la burocracia y tener un gobierno más austero (pues las grandes obras de inversión pública del obradorismo están por terminarse) son buenas señales para los inversionistas extranjeros y los socios comerciales del país. No es coincidencia que en un mismo día los líderes del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional la felicitaran cálidamente, y el director general de Black Rock México se reuniera con ella.
Por último, en una época en donde escasean mujeres al frente de naciones —sólo hay una mujer más, además de ella, al frente del gobierno de los G-20, Giorgia Meloni de Italia— Claudia tiene el perfil y la oportunidad para consolidar su liderazgo en el orbe si decide, al contrario de AMLO, convertir esto en una parte central de su agenda.