Xóchitl Gálvez sabía desde el principio que sería realmente complicado, cerca de lo imposible, que ganara las elecciones.
Sin embargo, optó por la candidatura haciendo a un lado las posibilidades reales que tenía de poder ganar las elecciones en la CdMx, por principio recordemos que hubiera es un verbo que no hay que conjugar. Xóchitl habrá tenido sus motivos para tomar la decisión, pero nunca dejó de ser consciente que sería una tarea epopéyica y que muy probablemente la tendría que llevar hasta cierto punto sola, por más que tuviera gente a su alrededor.
El lamentable incidente que provocó Marko Cortés al reclamarle a Xóchitl por hablarle a Claudia Sheinbaum para reconocer su victoria, muestra las muchas grietas que a lo largo de meses existieron al interior del equipo de la candidata de oposición.
Xóchitl Gálvez se está haciendo grande en la contundente derrota. No es fácil dar la cara después de lo sucedido porque para hacerlo hay que reconocer las responsabilidades propias. No ha buscado culpas, sino más bien trata de crear una narrativa del porqué de la derrota, que si bien era previsible, estaba más allá de su lucha, voluntades y aspiraciones.
La hidalguense desde el principio sabía que se metía en un terreno que además de complejo, el aparato de Estado se movilizó escandalosamente en favor de la candidata del oficialismo, le iba quedando día con día de manera clara que al interior de su equipo todo era a contracorriente.
En las ocasiones que conversamos le quedaba claro lo difícil que era ir con el PRI. El tricolor está impresentable y deteriorado de la mano de su dirigencia, la cual se aferra al cargo colocándose por aquello de las eventualidades. No es casual que su presidente sea el primero de la lista de plurinominales, acabó importándole más su posición personal que lo que se estaba jugando lo que queda del partido.
Xóchitl Gálvez es la única que está tratando de entender la derrota. Algunos dignos integrantes del PAN y del PRI han dado razones y han buscado entender el porqué de un tsunami que desde hace seis años fue programando su victoria, a la vez que desde hace seis años, de manera paralela, la oposición iba programando su derrota.
Xóchitl nunca tuvo el control de la campaña. En la mayoría de los actos, tenía como público a acarreados que desde que llegaban se querían ir. La hidalguense dependía de las movilizaciones de los partidos que la postularon, los cuales en casi todo el país tienen un descrédito social.
El caso del PRI es el más claro, a lo que hay que agregar que López Obrador a lo largo de seis años, de manera intensa desde hace año y medio, se encargó del resto. Las mañaneras sirvieron como punto de apoyo para desacreditar a la oposición, lo cual no era muy complicado que digamos.
Xóchitl perdió de vista a la ciudadanía. La fuerza de la cotidianidad de la campaña le hizo dejar de tener como objetivo lo que en buena medida fue el punto de partida de su candidatura. La de nuevo senadora tuvo un discurso que llegó a impactar porque colocó en el centro a la ciudadanía en medio de la crisis de los partidos.
Morena en este sentido se maneja de manera diferente. Es una incógnita cuánto tiempo podrá permanecer cohesionado porque más que un partido político es un movimiento social, el cual también empieza a ser una organización que se dedica a repartir cargos públicos, como en su momento lo hicieron PRI y PAN, cuando se acabe esto vendrán las grandes crisis.
En medio de todo esto habrá que considerar por qué las clases medias votaron por Claudia siendo que se pronosticaba que lo harían por Xóchitl.
Todo mal. A la hidalguense la dejaron sola en la campaña y sola en la derrota.
RESQUICIOS.
Por más encuestas que hagan con resultados previsibles existen evidencias de que van a escuchar, pero no van a tomar en cuenta a quienes viven la cotidianidad de la instrumentación de los aparatos de justicia; el gran problema se nos vendrá en el mediano plazo.