Para Gio y J.A “El Inge” personas felices, trabajadoras y exitosas.
En teoría lo más fácil en el futbol sería meter un gol de penal: lo haces a tan sólo once pasos de la portería, con todo el tiempo del mundo, y sin que nadie esté a tu lado molestando u obstruyéndote. Sin embargo, hemos visto a los más grandes futbolistas de la historia fallarlos. Cuando quienes fallan no son las estrellas del club, sino cualquier otro futbolista del equipo por estar en una tanda de penales (no un penal aislado que siempre tira el mejor jugador del equipo), solemos escuchar de su entrenador o capitán cuando este penal no terminó en gol: “Se necesita mucho carácter para plantarse enfrente del arquero rival. No cualquiera se atreve a patear un penal en una eliminatoria”. Esas justificaciones al final salen sobrando, porque para fallar un penal, cualquiera. El mérito más bien sería que te plantes y metas el gol.
En el golf pasa algo muy similar. Los mejores golfistas del mundo hacen drives de más de 300 yardas con una precisión quirúrgica, meten bolas en green de los lugares más difíciles del campo, suelen dejar la bola “dada” en tiros cercanos alrededor o en el mismo green, en donde para cualquier golfista promedio sería un logro dejarla relativamente cerca de la bandera. Pero como en el futbol, hay algo que distingue a los campeones de grandes jugadores de golf: meter la bola con el putt en distancias cortas en momentos de muchísima presión.
Con estos parámetros, golfistas consagrados han llegado a fallar de distancias en donde en cualquier otro escenario podrían meter la bola durante tres horas seguidas sin tener que concentrarse en el tiro.
Esto fue lo que le sucedió este fin de semana en el US OPEN cuando Rory Mcllroy dejó ir la oportunidad de ganar un Mayor (lo que en el tenis se conoce como Grand Slam) al fallar dos putts a distancias mínimas lo que a la postre fue la diferencia entre el primero y segundo lugar.
Lo dramático de este hecho es que hasta antes de su primera falla en el hoyo 16, Rory iba en primer lugar, había jugado perfecto y tenía el récord de 496 putts embocados seguidos de tres o menos pies durante este 2024. El 497 lo falló, y el del último hoyo también.
Esta falla le ha dado la vuelta al mundo y hoy el escocés y varias veces número uno del mundo, seguirá con una sequía de al menos diez años sin ganar un Mayor; no obstante que en todo este tiempo sin conocer la victoria en un Grande, jamás estuvo tan cerca como este domingo.
Millones de espectadores fueron testigos de cómo Rory se quitó una desventaja de tres golpes para irse adelante por dos, producto de una ronda de cuatro birdies y ni un solo error, hasta que llegaron los fatídicos putts del hoyo 16 y 18.
Rory, el ganador de cinco Mayor, no pudo con la presión y falló dos putts que en cualquier torneo casero de fin de semana el contrario te la cede para no perder tiempo y alentar el campo.
Fallar esos dos putts, sobre todo el del hoyo 18, convirtió a Rory Mcllory del mejor golfista de la era moderna después de Tiger Woods a ser el golfista con el juego más bonito y completo de la PGA, pero que nunca podrá ser un digno sucesor del gran Tiger.
Hace una semana en la final de Roland Garros, Carlos Alcaraz remontó un marcador adverso de dos sets a uno frente a Zverev, mismo que se dio cuando dejó ir una ventaja de 5 a 2 en el tercer set. Cuando pasó esto, muchos pensaron que a sus 21 años el tenista español iba a perder el partido. Pero lo que terminó sucediendo es que el originario de Murcia se alzó con los dos siguientes sets de una manera contundente.
Esta “faena” hizo que hoy en el mundo del tenis se considere a Alcaraz como el digno sucesor de Rafael Nadal por la fortaleza mental que demostró en un momento de adversidad. Entre muchos otros beneficios que le representó esta victoria a Alcaraz, Nike le renovó su contrato y le ha asignado ya su propia línea de ropa, algo que sólo había hecho con Federer y el propio Nadal.
Rory ha sido un emblemático de Nike en el mundo del golf, como lo fue en su momento el propio Tiger Woods. ¿Se arrepentirá Nike de patrocinar a Rory Mcllory? Seguramente no, pero si les quitó un anuncio emblemático de juntar el regreso de Tiger en Augusta de 2019 y el de Rory en este US Open 2024, después de 11 y 10 años de no ganar un Mayor o Slam.
Ahora Rory tendrá que aprender a manejar un sinnúmero de editoriales en donde la pregunta será ¿si podrá volver a ganar un Mayor o si nunca tuvo el carácter para ser considerado el sucesor de Tiger?
¿Es el fin de Mcllroy? Para nada. Phil Michelson ganó a sus 50 años después de ocho años de sequía. Rory apenas tiene 34 años, pero tampoco se ve que pudiera aguantar otros 16 años, además de estos 10, sin ganar un Grande. Tiger Woods lo hizo a los 43 años en el 2019 en el Masters de Augusta y con condiciones físicas muy inferiores a las que tiene hoy Rory. Cada historia es diferente y más allá de que Rory vuelva a ganar o no un Mayor, seguirá siendo cada torneo de este tipo el favorito del público.
DE COROLARIO. Ha sorprendido a propios y extraños los videos que ha subido Novak Djokovic haciendo rehabilitación después de su operación de rodilla. ¿Se repetirá la hazaña de Franco Baresi en el Mundial de Estados Unidos 1994, quien regresó a jugar la final después de haber sido operado en pleno Mundial? Por lo pronto, Novak no ha dicho que no, y con el extraordinario físico que posee, está haciendo hasta lo imposible para recuperarse en menos de tres semanas lo que para cualquier otro ser humano, sea atleta o no, le tomaría por lo menos cuatro semanas o un mes.
Rafael Nadal ya anunció que no jugará Wimbledon y que se concentrará en los Juegos Olímpicos a jugarse en la arcilla de Roland Garros. En dobles hará pareja con Carlos Alcaraz, por lo que se espera que esos boletos se coticen más caros que una final de Wimbledon.
Ya como jugador del Real Madrid, Kylian Mbappé parece haber aprendido las mañas de los merengues, y en su partido de Eurocopa contra Austria fue patético verlo caminar tranquilamente hacia el exterior de la cancha para que de repente se tirara en plena cancha como si no pudiera sostenerse de pie por un golpe que tenía en la nariz. Todo con el propósito de hacer tiempo y que el árbitro pitara el final del partido.