El estrés está mermando nuestro desempeño, pero más importante aún, está mermando nuestra salud mental, física y, por ende, atenta de manera importante contra nuestro bienestar. La salud mental de los individuos está empeorando; se ha documentado que en la última década el número de personas que sufren estrés, ansiedad y depresión se ha incrementado de manera importante.
Citando al secretario general de la Organización de las Naciones Unidas: “Nuestro mundo se está desquiciando”.
Si bien el planeta ha logrado avances sorprendentes en distintas asignaturas, por momentos pareciera que la salud, específicamente la mental, se ha insertado en una espiral de deterioro silencioso, del cual resulta difícil salir. Estoy convencido que el carácter de silencioso le agrega un enorme poder al adversario. Lo que no se escucha no se atiende; esto aplica prácticamente a todos los problemas de carácter público o personal; sin embargo, en materia de políticas públicas, suelen diseñarse como antídoto o solución frente a los grandes problemas públicos, mientras los pequeños o silenciosos suelen no ser atendidos; no es que no sean importantes, simplemente los recursos son finitos y son destinados a aquello que por visible suele etiquetarse como urgente e importante.
El reporte del Estado Global de los Centros de Trabajo, publicado por la firma de consultoría Gallup, reporta que el 41 por ciento de los empleados expresan estar experimentando mucho estrés, siendo una de las causas más importantes que lo provocan, la falta de herramientas, materiales, equipo y recursos suficientes para realizar la tarea encomendada.
El mismo documento reporta que el 20 por ciento de los empleados experimenta soledad, especialmente aquellos individuos que a causa de la pandemia por Covid no volvieron a la oficina y sus organizaciones establecieron el trabajo remoto como una política permanente. Un elemento más que abona a la salud mental de los empleados está relacionado con la solidez de los derechos laborales que rigen las operaciones en sus países.
La salud mental que permite una conexión cognitiva, afectiva y conductual está directamente relacionada con la productividad de quienes trabajamos. Si logramos salud mental y dicha conexión, nuestro desempeño mejora y a nuestras organizaciones suele irles mejor. Por supuesto los directores y gerentes son corresponsables de lograr estas condiciones en los equipos de trabajo que tienen a su cargo; se calcula que la falta de esta conexión, resta un 9 por ciento al Producto Interno Bruto mundial. La ausencia de esta conexión, que refleja la existencia de estrés, ansiedad y depresión, es causa de ausentismo, renuncia, baja concentración y, por ende, bajo desempeño y baja productividad.
Aterrizando en México debemos decir que tenemos mucho por hacer. Cifras registradas antes de la aparición de la pandemia que tienen como fuente al gran Instituto Mexicano del Seguro Social, expresaban que el 75 por ciento de los trabajadores mexicanos nos sentíamos fatigados por estrés laboral, por encima de países como China y Estados Unidos.
Deberemos todos, integrantes del sector público, privado y social, procurar mejores ambientes y atender de manera urgente el estrés, que deteriora el bienestar de las comunidades.