En el anterior Pesos y Contrapesos afirmé que el fin de la economía es el bienestar de los consumidores y no la rentabilidad de las empresas, afirmación que generó algunos comentarios señalando que ambos son fines, y que sin la segunda no se da el primero, lo cual, en cierto sentido, es cierto.
El bienestar de los consumidores, determinado por la cantidad, calidad y variedad de los bienes y servicios de los que disponen para satisfacer sus necesidades, depende de que las empresas que los producen, ofrecen y venden generen utilidades, que sean mínimamente rentables, que, por lo menos, generen la ganancia normal para el empresario (el porcentaje mínimo a cambio del cual el empresario está dispuesto a seguir actuando como tal, enfrentando la posibilidad de, y la responsabilidad por, las pérdidas), ganancia normal que forma parte del costo de producción.
Sin rentabilidad de las empresas no hay producción, oferta y venta de bienes y servicios, sin las cuales no puede haber compra de satisfactores, sin la cual, dado que la mayoría de los mismos debe producirse, el bienestar dejaría mucho que desear, al grado de que se atentaría contra la salud, la vida y la dignidad de las personas. Entonces, ¿no será que el fin de la economía es la rentabilidad de las empresas, no el bienestar de los consumidores?
Para responder supongamos que, ofreciéndose y vendiéndose el bien X, producido por la empresa Y, de pronto, por el cambio en la apreciación de los consumidores, dejan de consumirlo, por lo tanto de comprarlo, por lo tanto de demandarlo. Si el bien X ya no contribuye al bienestar de los consumidores la empresa Y ¿seguirá produciéndolo? No, ya que en tal caso maximizaría pérdidas, el camino más corto a la quiebra.
De todas las actividades económicas, que van desde la producción hasta el consumo, la segunda es el fin y la primera el medio, en primer lugar porque no se puede consumir lo que no se ha producido, y solo se produce lo que se consume, siempre y cuando el precio que estén dispuestos a pagar los consumidores alcance para cubrir el costo de producción, incluida en él la ganancia normal del empresario. La producción es el medio y el consumo es el fin.
La afirmación el fin de la economía es el bienestar de los consumidores y no la rentabilidad de las empresas puede considerarse desde el punto de vista de las políticas económicas del gobierno. Si se cree que el fin de la economía es la rentabilidad de las empresas, que se maximiza si cobran el mayor precio posible, que es el máximo que los consumidores están dispuestos a pagar, lo cual se logra en condición de monopolio, entonces la política economía recomendada es el proteccionismo, cuyo primer paso consiste en prohibir las importaciones, lo cual reduce su competitividad, su capacidad para ofrecer al menor precio posible y/o con la mayor calidad posible y/o con el mejor servicio posible, todo en detrimento del bienestar de los consumidores. Es en este contexto, el de las políticas económicas del gobierno, que la afirmación el fin de la economía es el bienestar de los consumidores y no la rentabilidad de las empresas, resulta correcta.
Las políticas económicas del gobierno deben procurar el bienestar de los consumidores (libre comercio), no la rentabilidad de las empresas (proteccionismo).