José Emilio Pacheco: 85 años

LAS CLAVES

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 30 de junio de 1939-Ciudad de México, 26 de enero de 2014). En enero pasado lo recordamos en el décimo aniversario de su muerte. Mañana, el autor de Los elementos de la noche cumple 85 años (no utilizo el subjuntivo cumpliría): me apresto a releer Las Batallas en el desierto y me iré al bosque de Chapultepec, echaré en la mochila Tarde o temprano y en la tranquilidad del domingo entreveré como “Hunde el jardín las zonas del verano /que engendran el otoño adormecido”.

Miembro de la Generación de medio siglo (Sergio Pitol, Juan García Ponce, Juan Vicente Melo, Carlos Monsiváis, Salvador Elizondo, Inés Arredondo...), publicó poesía, crónica, novela, cuento, ensayo, crítica literaria y traducción. Escritura caracterizada por una preocupación por el ocurrir del tiempo, los espacios de la infancia, los enigmas de la ciudad, los signos del mundo moderno, la muerte y la creación artística. “No hay nada que soporte sin hendirse / la tempestad del siglo, la cortante / voracidad que extiende el deterioro”.

Releo sus textos y advierto: hay que dejar que el tiempo mismo retrase las pausas y prolongue los aguaceros: tiempo ambicioso que todo lo disipa: devorador que todo lo predice: misericordioso que todo lo hace inmaculado. Tiempo que fortifica la evocación y suscribe los olvidos. “Dejemos que el tiempo consuma su aniquilación”, escribió el autor de Islas a la deriva. Edad que subyuga la noche. Extensión que dialoga con el sueño. Mesura del fulgor. Instante que deletrea la presencia. Hostilidad en el ahora que nos expulsa de lo que fuimos y nos coloca en el borde del azar que es futuro: Soy un fue, y un será, y un es cansado pronosticó Quevedo mirando la intemperie fría de la soledad.

Tiempo y lobreguez, duda, orfandad, cifra. Tiempo y apetencia. Tiempo difunto de tiempo. Tiempo masticando tiempo. Tiempo caligrafiando tiempo. Tiempo cabalgando sobre los vestigios del tiempo. Hay que dejar que el tiempo se enquiste en sus ceremonias. Que se ahogue en sus sollozos. Que se carbonice en su efusión de voces. Que sus augurios enmudezcan. Que sea sólo una usanza de viajeros inocentes: el tiempo. Hay que ser indiferente frente a las ruinas ulceradas por los marbetes del tiempo. Debemos fortificar los portones. No merecen desvelos los montos del tiempo. “Mide el tiempo, no nuestro tiempo / sino un tiempo más antiguo/ que el tiempo de los cronómetros” (T. S. Eliot).

Tarde o temprano llegarán los mercurios para platear los acasos que acorralan los períodos. El autor de No me preguntes cómo pasa el tiempo, Ciudad de la memoria, La edad de las tinieblas, Desde entonces, La arena errante y Las Batallas en el desierto —entre otros cuadernos de narrativa, trabajos periodísticos, crónicas, ensayos, traducciones y poesía— lo sabía muy bien. Tarde o temprano sus versos esclarecerán la tempestuosa crónica de todas nuestras miserias y sus ardores. “Letras, incisiones en la arena, en el vaho”: ceremonia de una “alta traición”: escolio para los patriotas de pompas. Escritura donde la infancia es el “eco de un pozo” y la muerte “voraz certidumbre del sudario”. “Piel del mundo” la voz del poeta de la remembranza cotidiana en éste, su cumpleaños 85.

Portada del libro "Tarde o temprano"

Tarde o temprano

  • Autor: José Emilio Pacheco
  • Género: Poesía
  • Editorial: FCE
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