Mientras que para algunos en Medio Oriente el desmoronamiento de la campaña de Biden después del primer debate presidencial es un mal augurio, otros lo celebran. Todo depende de en qué lado de la moneda estén parados.
Por más de nueve meses Biden ha tratado de avanzar una gran apuesta en la región: a cambio de un cese al fuego entre Israel y Hamas (que incluiría la liberación de los rehenes) y de un plan para la formación de un futuro Estado palestino, Arabia Saudita normalizaría las relaciones con Israel, formando un bloque de seguridad, entre los países sunitas e Israel, en contra de la expansión iraní. Este tratado traería beneficios a todas las partes, incrementaría la seguridad de Israel y Arabia Saudita (que como parte de este tratado obtendría además garantías de seguridad de Washington), garantizaría la estabilidad de la región y le daría a los palestinos esperanza. Sin embargo, el primer ministro Netanyahu se ha resistido, pues los partidos de extrema derecha en su coalición anunciaron que tumbarían su gobierno de concretarse.
Conforme pasan las semanas, la presión de la sociedad israelí sobre el gobierno crece, las calles demandan un cese al fuego y un tratado para liberar a los rehenes. La coalición de Bibi ha comenzado a desmoronarse. La estrategia del gobierno es tratar de resistir lo más que se pueda, esperando que a los israelíes se les olvide quién estuvo al mando cuando ocurrió la peor tragedia en la historia del país. Semana tras semana Netanyahu se ha concentrado en objetivos de corto plazo, tratar de sobrevivir políticamente semana tras semana. Sin embargo, el mal desempeño de Biden en el debate le regresó la luz a los ojos. Si las tendencias se mantienen, Biden pierde la presidencia y Trump demuestra su apoyo a Netanyahu, éste podría salir victorioso en las siguientes elecciones. Bibi está haciendo todo lo que puede para que esto suceda. Tan sólo hace unos días publicó una serie de videos y comunicados criticando al presidente y está tratando de convencer a donantes, principalmente a la multimillonaria Miriam Adelson, de contribuir significativamente a la campaña de Trump.
La apuesta de Bibi es riesgosísima. El apoyo bipartidista en Washington es quizás el más importante activo estratégico para Israel y Netanyahu ha roto con la posición histórica de Israel: evitar tomar partido por uno u otro candidato. En segundo lugar, gane o pierda, Biden seguirá en la presidencia hasta el fin de este año. ¿Qué pasará por ejemplo si Hezbolá e Irán deciden iniciar una guerra total contra Israel? ¿Con qué cara implorará Netanyahu el apoyo de Washington? En su intento por salvarse el pellejo, Bibi ha puesto en peligro la seguridad del país. En un momento en que la presión de Estados Unidos es fundamental para llegar a un cese al fuego, el debilitamiento de Biden es una mala noticia para la región.