La Guardia Nacional está a nada de integrarse oficialmente a la Sedena, lo quiere el Presidente y lo avala la futura Presidenta.
Es un tema que fue cambiando en su definición y estructura. Del proyecto original, que la Guardia Nacional fuera civil, resulta que a los pocos días se fue creando una narrativa para que pasara a las Fuerzas Armadas, no se logró, debido a que no se tuvo mayoría.
López Obrador se metió en contradicciones con el tema. Como opositor y candidato siempre estuvo en contra de que el país entrara en un proceso de militarización proponiendo que los soldados regresaran a los cuarteles. Sus declaraciones en las últimas semanas han pasado del no me acuerdo que lo haya dicho a reconocer que el diagnóstico que tenía no era preciso, por lo cual se tenían que mantener a las Fuerzas Armadas en las calles.
Como ha quedado claro, no solamente reubicó e impulsó a los militares en labores de seguridad, sino que amplió de manera particular las funciones de la Sedena y de la Marina en todos los ámbitos posibles.
En su reiterada narrativa sobre el tema aseguró que en las Fuerzas Armadas no había corrupción y que lo mejor era que ellas se encargaran de la administración, construcción, vigilancia en las aduanas, en los temas migratorios y, evidentemente, mantenerlas en las labores de seguridad.
No se intentó ningún tipo de alternativa. Se requiere el apoyo a los policías estatales y municipales bajo los mismos criterios, como el caso de que se desarrollan en medio de altos niveles de corrupción. A lo largo de estos años se pudo comprobar que el tema de la corrupción no estaba exento de las acciones de las Fuerzas Armadas.
La defensa de los militares no ha parado ni parará. Con el caso de Ayotzinapa el Presidente ha dicho que no tiene indicio alguno de que hubieran participado los militares en la desaparición de los 43 normalistas, en tanto que para Alejandro Encinas intervinieron de alguna manera en la llamada noche más triste.
Como es sabido, la Guardia Nacional está integrada por entre 80 y 85% de soldados. La propuesta original que había tenido un reconocimiento pasó de ser civil a militar.
El presupuesto que se le ha asignado ha venido siendo cada vez más alto y su estrategia genera controversia y cuestionamientos. A un poco más de cinco años de su creación no ha logrado cumplir con sus objetivos.
La violencia no se ha logrado atemperar. Todo apunta para que al final del sexenio se llegue a la friolera de más de 190 mil personas muertas por hechos violentos, cifra mayor que la de los últimos tres sexenios.
No se puede medir la efectividad de la Guardia Nacional con base en la petición de las y los gobernadores para que les auxilien en seguridad. Varios estados del país están materialmente sometidos por la delincuencia organizada, algunos municipios están territorialmente en manos de los cárteles. Las autoridades estatales no tienen salida a no ser que las fuerzas federales intervengan.
Muchos de los problemas en seguridad en los estados son de carácter federal, al tiempo que autoridades locales pierden capacidad de maniobra, porque les han reducido los presupuestos en materia de seguridad. La alarmante declaración de la presidenta municipal de Acapulco reconociendo que está rebasada es una manifestación acabada de todo ello.
No cabe hablar de la popularidad de las Fuerzas Armadas para justificar su presencia por doquier, la popularidad ha sido similar con priistas y panistas.
El problema no es sólo si la GN es civil o militar. El verdadero problema se nos vendrá cuando no haya de otra que cuestionar el abrazo no balazos, ahí estará el detalle.
RESQUICIOS.
No perdamos la capacidad de asombro ante la entrevista de Saskia Niño de Rivera a El Bart, quien formó parte del comando que intentó matar a Ciro Gómez Leyva. Las declaraciones son brutales y muestran, en algún sentido, a un personaje de nuestra sociedad que no nos es ajeno y de la cual es parte y producto.