La muda voz de la SCJN

SOBRE LA MARCHA

Carlos Urdiales*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

La ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Norma Lucía Piña, acude a la pedagogía política para resaltar la dispar arquitectura política entre el poder horizontal que encabeza, y la verticalidad del Poder Ejecutivo que detenta, quien está cerca de demoler el último contrapeso a nuestro presidencialismo a lo López Obrador.

En el Poder Judicial, la presidenta de la SCJN no es jefa de nadie. Dentro del tribunal constitucional, en ella recae la administración sobre ministros, magistrados y jueces, en clave de órbitas concéntricas que sólo se tocan entre sí cuando, a petición de parte, se revisan procesos y sentencias.

En cambio, el poder de Palacio Nacional sólo atiende los designios de quien custodia la banda presidencial. Luego de la elección del pasado 2 de junio, el Poder Legislativo, con o sin sobrerrepresentación, será otro brazo político del Ejecutivo y jefe de Morena.

La SCJN organizó 15 encuentros regionales y nacionales para construir una agenda de seguridad y legalidad, más de 3 mil 500 personas vinculadas a los distintos poderes judiciales de la Nación, participaron.

Construyeron insumos para mejorar y enriquecer al Poder Judicial desde la empatía con las víctimas que, la corrupción e injusticia, engendran a diario.

Al presentar el informe final de los trabajos auspiciados por la Corte, el Consejo de la Judicatura y la UNAM, más colectivos jurídicos de diversos ámbitos, la ministra presidenta, Norma Piña, convidó al Presidente López Obrador y a su sucesora, la doctora Claudia Sheinbaum, para sumarse y juntos enriquecer la reforma por venir.

Ni el actual ni la próxima mandataria atendieron la oferta. AMLO la remitió al Congreso para llevar sus propuestas. Lo mismo hizo Sheinbaum Pardo.

Y en la Cámara de Diputados, las bancadas presidenciales se aprestan a acatar lo que interpretan como “voluntad del pueblo expresado en las urnas el pasado 2 de junio”, para quitar a los corruptos que están, y que vengan los electos por la sapiencia popular que todo compondrán. O no.

La aportación del plural trabajo de la SCJN y el Consejo de la Judicatura, en concierto con la UNAM y otros centros de estudio, no será considerada por legisladores de consigna (y mayoría), tampoco se escucharán las voces discordantes de los escuálidos foros en el supuesto parlamento abierto que el Congreso montó, para aparentar apertura e inclusión para algo ajeno a la voluntad de su líder político.

Si alguna ocurrencia se matiza u otras se añaden a la reforma del Poder Judicial, saldrán de las alas moderadas o ultras de Morena y sus rémoras legislativas.

El camino está trazado para sellar un triunfo más de Andrés Manuel López Obrador. Vencer, no convencer; someter y echar a quienes disintieron de su visión.

La batalla que opuso la primera presidenta de la SCJN, profesionalmente construida a través del escalafón del Poder Judicial, está definida.

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