La tragedia de la derrota en los niños... y en los papás (Segunda Parte)

DE VICTORIAS Y DERROTAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Para mis queridos Pedro y Nora.

En la columna pasada "La tragedia de la derrota en los niños... y en los papás (primera parte)" empecé a hablar sobre el dolor de la derrota en los niños a la hora de competir y como puede impactar hacia su futuro deportivo. Sin embargo, por falta de espacio no pude ahondar más. En esta segunda parte trataré un tema en específico, a expensas de abocarme en otros en columnas posteriores.

La premisa la columna pasada fue: A edades tempranas lo más importante es la actitud y no el resultado. ¿Por qué? Primero, porque en categorías infantiles el resultado muchas veces obedece más a otros factores que van más allá de que un niño sea o vaya a ser mejor que otro.

Pongo un ejemplo. La competencia en el tenis en México a nivel infantil y juvenil se maneja por categorías bianuales (10, 12, 14, 16 y 18 años y menores) para tomar el parámetro de la edad se toma el año de nacimiento. Esto significa que para la Federación da igual si tu hijo nació en enero o diciembre, lo importante es el año en que nació. Por eso los jugadores que nacen en los primeros meses del año siempre tienen más ventaja que los que nacen en los últimos meses del año, ya que los primeros juegan todo el año con la edad que ya cumplieron, y los segundos juegan todo el año con la edad que van a cumplir a final de año pero que durante todo el año nunca tuvieron.

Si a esto le añades que la categoría no es por año, sino por cada dos años, pues es obvio que siempre los jugadores que estén en su primer año de esa categoría tienen una desventaja natural (se conoce como “año malo”) y si a eso le sumas que además de estar en su “año malo” nacieron en los últimos meses del año (se le conoce como “mala fecha”), pues todavía la desventaja es mayor.

Los que están en su “año malo”, tienen la ventaja de que el siguiente seguirán en la misma categoría y que todos aquellos que estaban en su segundo año o “año bueno”, tendrán que subir de categoría. Por lo que siempre se termina diciendo que el primer año es para sembrar o aprender, y el segundo año para cosechar o ganar.

Aún así no importa que estés en tu primer año, las derrotas siempre duelen. Pero si a eso le sumas que si estás en tu primer año, y además eres de los últimos meses y te estás enfrentando a un niño que está en su “año bueno” y además de eso nació en enero y tú en diciembre, pues ya la diferencia de edades se fue a dos años.

Dos años más de escolaridad, dos años más de entrenamiento, dos años más de motricidad, coordinación, fuerza física, madurez, etc. Bajo ese parámetro, no hay punto de comparación, y las probabilidades indicarían que el que es dos años más chico le toca perder.

Hay libros que señalan que esto es una gran ventaja para los niños nacidos en los primeros tres meses del año, porque les permite competir en condiciones siempre más favorables que las de sus oponentes, y por lo mismo, poder situarse en los primeros lugares del ranking al tener mayores opciones de avanzar en los torneos que participan durante toda su vida infantil y juvenil.

El riesgo para estos pequeños atletas nacidos en los primeros tres meses del año es que esta ventaja no dura para siempre, y cuando se empieza a equilibrar la parte física y comienzan a perder con jugadores a los que toda la vida les ganaron, es cuando empieza a afectarles mucho la parte emocional o anímica. (“Cómo perdiste con fulanito si siempre le habías ganado y hasta lo dejabas en cero”, “Ya no soy tan bueno como creía porque a los que siempre les gané ahora me ganan, etc).

Otra desventaja que tienen todas estas victorias que se obtienen muchas veces por una buena fecha (los nacidos en los primeros tres meses del año) y ante rivales hasta dos años menor, es que estos jugadores crecieron sin tener mayor competencia, y es evidente que la única manera de crecer deportivamente hablando es midiéndote contra los mejores. Por ello, todos los jugadores más chicos que durante toda su infancia y adolescencia se enfrentaron contra rivales mucho más grandes y fuertes que ellos, y que por ende perdieron la mayoría de las veces, al paso del tiempo esas derrotas los hicieron mucho mejores competidores que los que ganaban de pequeños de manera muy fácil.

Con esto no pretendo descalificar a los nacidos en los primeros tres meses del año, ni justificar a todos los que nacieron los últimos tres meses del año. Gabriela Sabatini a los 12 años ya ganaba la categoría de 18 años. Nadal a los 16 años le ganó a Carlos Moyá que había sido número uno del ranking mundial. Esto es, para los grandes atletas da igual el mes en el que hayan nacido, pero para los niños que están empezando a competir, no deben tomarse tan en serio el marcador en los torneos que participen de pequeños.

Es más importante no rendirse y querer seguir mejorando que colgar un trofeo o medalla en la sala de tu casa, cuando el mismo niño sabe que no le representó mayor esfuerzo el conseguirla. Lamentablemente muchos se dejan llevar por el canto de sirenas y creen que tienen más talento del que realmente poseen y esas victorias en lugar de hacerlos trabajar más, los llevan a una zona de confort.

Por el otro lado, para esos pequeños campeones que jamás se rindieron y trabajaron muchísimo más para poder derrotar a sus “némesis” de la infancia y adolescencia, la mayoría de las veces terminan jugando y compitiendo con muchísimo mayor nivel que sus rivales de pequeños.

Por eso el mensaje a los papás es que no deben fijarse tanto en los resultados de sus hijos sino en su evolución a lo largo de todo este periodo de iniciación y especialización. Hasta los 14 años lo más importante no será la victoria o la derrota, sino que no dejen de practicar el deporte que aman por un tema de frustración ante la derrota o hartazgo ante el entrenamiento o la competición.

Si a los 15 años siguen compitiendo y entrenando con la misma alegría, ilusión y pasión que cuando tenían 8 años, entonces ustedes papás hicieron lo correcto. Las victorias y derrotas de antes serán solo anécdotas y bonitos recuerdos para platicar cuando se esté en familia y con los amigos.

COMO COROLARIO: Primero le tocó contra Alexander Zverev en la primera ronda de Roland Garros y después contra Novak Djokovic en la segunda ronda de los Juegos Olímpicos. Cuando no tienes siembra ni buen ranking, son los contrincantes que te suelen tocar en las primeras rondas de cada torneo. Nadal sufre ahora lo que vivieron todos sus rivales en los últimos 18 años: el no poder ir poco a poco dentro de un torneo sino ir al matadero prácticamente desde un principio. Afortunadamente su vida económica está resuelta pero para todos aquellos que les toma años poder ingresar a un main draw, solo para que te toque un Djokovic en la primera ronda debe ser muy frustrante. De ahí tantos retiros prematuros de aquellos jugadores que nunca pudieron pasar de los primeros 200 del mundo.

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