Democracias esclerotizadas

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Valeria López Vela*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

2024 ha sido un año inusual: el intento de asesinato de un candidato presidencial; la declinación para competir por la reelección de un presidente en funciones; la falta de vergüenza frente a un descarado fraude electoral; los enfrentamientos en países occidentales por motivos religiosos; las caídas en las bolsas de valores, entre muchos giros más.

Estamos, sin duda alguna, en una ruptura histórica: nos guste o no, los pilares que por mucho tiempo sostuvieron la convivencia social han dejado de ser funcionales.

En esta entrega, quiero referirme a dos de ellos: la democracia como ideal de convivencia y el resurgimiento de la religiosidad política. Ambos se utilizan para sostener gobiernos autoritarios, dirigidos por profetas de la igualdad que han sabido erosionar las coordenadas de la justicia.

Democracias esclerotizadas. Desde 2008, la democracia como ideal de convivencia y como modelo político ha estado bajo ataque por el populismo, que le achaca todos los problemas de desigualdad. Por su parte, los gobiernos populistas acortan ligeramente las brechas económicas, pero exacerban los índices de violencia pues, aunque no quieran aceptarlo, entre la pobreza y la violencia no hay una relación de causalidad sino de correlación. Por lo que intentar reducir una atacando directamente a la otra, no dará los resultados esperados.

Además, derivado del debilitamiento institucional, el aumento de la incertidumbre entre los ciudadanos hace que las actividades ilegales —desde la corrupción hasta el crimen organizado— aumenten considerablemente. Y sin marcos éticos y jurídicos suficientes, la lógica de actuación de los ciudadanos se reduce al mínimo biológico: conveniencia para la supervivencia. El aumento de la violencia lo vimos tanto en el gobierno de Trump como en el de Bolsonaro, entre otros gobiernos populistas.

El regreso del discurso religioso a la vida pública. Otro de los pilares que facilitaron la convivencia los últimos 70 años, la libertad religiosa dentro de estados laicos, se queda atrás. Parecía que las tensiones religiosas eran propias de Medio Oriente, pero hoy las vemos con furia en Reino Unido o en Canadá. Además, la vieja discusión que enfrenta a “las fuerzas del bien” con “las fuerzas del mal” la escuchamos en los discursos de un populista de izquierda antidemócrata —Nicolás Maduro— y en un libertario democrático —Javier Milei—. Se equivocan los dos pues, mucho me temo, que por más que invoquemos a fuerzas divinas, metafísicas o trascendentales, los problemas éticos y políticos sólo podrán resolverse mediante la acción humana.

El nuevo modelo sustituye a las instituciones y a los marcos de comprensión por el liderazgo de un hombre iluminado: a las razones por las creencias; al esfuerzo por la inmediatez; a la responsabilidad por la conveniencia. La sinrazón al volante no anticipa mejoras sustantivas en la vida de las personas. Al tiempo.

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