La semana pasada el ojo público estaba sobre la boxeadora argelina Imane Khelifi, pero no por su destacada actuación y su victoria por nocaut técnico, apenas en la primera ronda, dentro del marco de los Juegos Olímpicos de París, sino por la cantidad de comentarios negativos en redes sociales, donde fue objeto de discriminación y transfobia al pensar que era una mujer trans, y si fuera, ¡qué!
De todas las cosas que salieron mal en esta discusión, destaca que, sin ninguna evidencia, muchas personas la señalaron de ser una mujer transgénero y sugirieron que su fuerza física era producto de una “ventaja injusta”. Estos comentarios malintencionados no sólo atentaron contra su integridad personal, sino que también revelaron una profunda ignorancia y prejuicio hacia las personas transgénero, y hacia las mujeres deportistas en general. Hemos llegado al límite de que una mujer cisgénero sea víctima de la transfobia. Ah, pero no fuera con hombre con mayor fuerza, porque entonces sería un dios.
Pero la discriminación que sufrió Khelifi no se limitó a la transfobia. También se evidenciaron fuertes estereotipos de género, ya que su apariencia física, al no ajustarse a los cánones tradicionales de la belleza femenina, fue objeto de burlas y comentarios lastimosos. En tercer lugar, se entrelazaron también elementos racistas, lo que demuestra cómo la discriminación puede manifestarse de múltiples formas, y cómo las personas marginadas suelen padecer la discriminación, desde categorías interseccionales.
Lo que más llama la atención y es, al mismo tiempo, la prueba más grande de que la supuesta “defensa de los valores y la naturaleza humana” de personas conservadoras, no es más que odio disfrazado. Primero, alegan que el género se determina por los cromosomas, cuando no hay nada más alejado de la realidad. Ahora dicen que una mujer, a pesar de tener los cromosomas XX, es en realidad un hombre trans porque tiene los niveles de testosterona muy altos, ocasionando una ola de desinformación que termina en comentarios de odio hacia la boxeadora argelina.
El caso es que por X o Y razón, siempre habrá una excusa, disfrazada de razón, para dañar la libertad y violencia contra las mujeres, ya sean cis o trans. Porque si lo pensamos mejor, esta “ventaja injusta” de Imene Khelifi por razones biológicas es, para muchas personas, una razón para descalificarla, pero entonces ¿también lo es la altura de un jugador de básquetbol que mide 2.20 metros? ¿O los brazos largos de Michael Phelps? En todo caso, ¿ésas no serían también “ventajas injustas”?
La lucha por la igualdad es un camino complejo y, a pesar de esto, el caso de Imane Khelifi ha sido una batalla ganada, al ser respaldada por el Comité Olímpico. En este ámbito deportivo y en todos los demás, es fundamental promover una cultura de respeto y tolerancia, donde todas las personas puedan competir en igualdad de condiciones, sin importar su género, orientación sexual, identidad de género, raza o cualquier otra característica.
Mientras tanto, Carini declaró que lamentaba no haber estrechado la mano de Khelifi tras el combate, y que la abrazaría si volvieran a encontrarse. “En realidad, quiero pedirle disculpas a ella y a todo el mundo”. A ver si vamos aprendiendo.