Maduro el terrible y Musk el millonario injerencista

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Bernardo Bolaños*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Nicolás Maduro es un líder autocrático y represivo. No duda en amenazar con encarcelar a los manifestantes de la oposición; en sus cárceles se practica, sin vergüenza, la tortura.

La crisis humanitaria que vive Venezuela es en gran parte culpa de su incompetencia y de la corrupción desenfrenada dentro del régimen chavista. La hiperinflación, la escasez de alimentos y medicinas, y el colapso de servicios básicos primero aparecieron por las políticas económicas desastrosas, como controles de precios y de cambios del bolívar, así como nacionalizaciones seguidas de administración inepta de empresas clave.

Antes de que hubiera sanciones económicas impuestas por Estados Unidos, la cesación de pagos de la deuda en 2017 aisló a Venezuela del sistema financiero internacional. Eso no quita que dichas sanciones bloquearan alimentos y medicinas, y exacerbaran la crisis humanitaria.

La detención de opositores políticos, la brutalidad policial durante las protestas, y las restricciones a la libertad de prensa y de expresión son hechos objetivos que la 4T y otras izquierdas no se atreven a reconocer, pintándose ellas mismas como potencialmente autoritarias.

Pero, por otro lado, el trumpista Elon Musk es dueño de Twitter y su enfrentamiento con Maduro, a quien acusa de narco dictador, es un injerencismo que practicó antes contra Evo Morales y que sólo les da argumentos a los demagogos para “cortarse las venas”. No las venas abiertas de América Latina, sino la defensa patética de sus liderazgos.

Pero una oposición venezolana criticada por abogar por reformas neoliberales e incluso por la continuidad de las sanciones económicas contra su propio país, no necesita que, además, le endilguen ser facilitadora del intervencionismo directo del capital estadounidense. Musk fortalece la imagen de la oposición venezolana como conservadora y pro Estados Unidos.

Cierto, el tema de más actualidad, el que ocupa a los diplomáticos, es la democracia electoral. El sistema electoral venezolano debe garantizar la posibilidad real de alternancia, asegurar que existan los procedimientos que garanticen que Maduro no ha expropiado definitivamente el país para sí mismo. Pero junto al debate electoral entran irremediablemente otras consideraciones. Una es la geopolítica. El dictador ya amenaza a Occidente con romper los acuerdos energéticos y entregar los campos petroleros a los BRICS. Otra consideración tiene que ver con los aspectos de justicia social. El mundo y la oposición venezolana deben dejar claro que no cuestionan la legitimidad del país de buscar la justicia social. Maduro dice admirar al filósofo Enrique Dussel, profesor de la UAM y la UNAM ya fallecido. Dussel enseñaba que el punto de partida de la ética y de la política es material y consiste en ver cara a cara al oprimido. Dar de comer al niño hambriento, decía y decía bien, es lo que nos debe interpelar primero. Enseguida viene la pregunta por los cómos. El punto de partida es el que olvida con frecuencia la derecha. Los cómos son la democracia y la eficacia que a Maduro no se le dan.

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