Uno de los hombres que conoce desde sus entrañas al narcotráfico de la vieja escuela mexicana es Rubén Rocha Moya. Nació y creció en Badiraguato —cuna de Joaquín Guzmán, y corazón del Cártel de Sinaloa, que “El Chapo” fundó junto a Ismael “El Mayo” Zambada y Héctor “El Güero Palma— y ahí supo y conoció quiénes eran los que mandaban.
Rocha Moya, hoy gobernador de Sinaloa, siempre ha sabido cómo se mueve el narcotráfico en su estado. Hace diez años publicó un libro al que puso como título “El disimulo, así nació el narco” que, en aquel entonces defendió ante la prensa con esta frase: “Todo lo que cuento parte de un acontecimiento real, cosas que me tocó ver o escuchar… nunca me desligué por completo”.
Anoche me comentaron en el gobierno federal que todo indica que en breve Rocha Moya se quedará solo en esta crisis detonada por la captura de “El Mayo”, el asesinato de quien fue su amigo, aliado y después principal adversario político: Héctor Cuén y la guerra intestina que revivirán dos de las facciones del Cártel de Sinaloa: “Los menores” y “La Mayiza”.
Las cosas están que arden en aquel estado. En abril pasado, en este mismo espacio, advertimos sobre la crisis que se vivía detonada por el control draconiano que buscaba tener a ultranza el gobierno local sobre la Universidad Autónoma de Sinaloa, la persecución contra Cuén y su primer círculo y el seguimiento que daban los cuerpos e inteligencia a este conflicto.
Rocha Moya, militante comunista en los 80, candidato a gobernador primero por el extinto PSUM, años después por el PRD y a la tercera por Morena y el Partido Sinaloense —que había fundado Cuén y cuya cúpula concentraba sus liderazgos en la Universidad Autónoma de Sinaloa— sabía de la fortaleza de Cuén por lo que lo incluyó en su gabinete como secretario de Salud.
Pero la relación se rompió entre dos hombres que nacieron en el mismo pueblo con seis años de diferencia, que compartieron pasillos al ser profesores de la UAS y luego, en diferentes épocas, rectores de la máxima casa de estudios de Sinaloa. El fondo de esa ruptura —me dicen— pasa por el miedo de Rocha a la fuerza política y fáctica de Héctor Cuén y el control político de Sinaloa.
El cambio de régimen que impulsa la 4T pasa por la educación y ahí las universidades públicas son un factor clave. Su control es un botín político y social de gran calado amarrado con lo ideológico y hasta la influencia de grupos criminales y es ahí donde se enmarcaba este pleito entre dos ex rectores de la UAS.
Así, el gobernador impulsó una auditoría voraz contra la Universidad, y enfiló a la opinión pública en su contra para blindar una ley que de acuerdo con Cuén violentaba la autonomía universitaria. Esa fue la excusa para un pleito mucho mas profundo que se enmarca en la lucha por el control político de Sinaloa.
Cuén acusó de un intento por vulnerar la autonomía de la UAS y Rocha Moya arremetió contra el “cacicazgo” de Cuén en la institución. Desde ese momento las cosas no mejoraron. La estridencia de Palacio Nacional, nos comentan periodistas sinaloenses, era replicada en lo local por el gobernador. Ante el silencio de medios locales, Cuén buscaba llegar a la prensa nacional.
Días antes de ser asesinado, en un podcast, Cuén acusó al gobernador de haber ordenado a su secretario general de Gobierno, Enrique Izunza, de pedir a la Guardia Nacional le retirara la escolta que le había asignado por ser candidato a una diputación federal, la cual ganó y por la que días antes de ser asesinado visitó el Palacio Legislativo de San Lázaro.
Una disputa que sirvió como excusa perfecta para emboscar —al acudir a una reunión a las afueras de Culiacán para mediar entre Rocha Moya y Cuén— al último líder histórico del Cártel de Sinaloa que, hasta ese momento era profundamente respetado por los dos grupos políticos que pelean la entidad y que, uno de los dos, lo traicionó de la mano de “Los menores”, que simplemente son los hijos de “El Chapo” Guzmán, su compadre.
Frente al presidente AMLO, en conferencias de prensa, y en redes sociales, Rocha Moya se ha deslindado de esta crisis, cuando es el único responsable de ella. Y ha replicado el discurso de que se trata de ataques de sus adversarios contando con el apoyo de gobernadores en funciones y electos e la 4T.
Rocha Moya aún tendrá por delante los días más oscuros de su carrera a política. Porque si alguien conoce las entrañas del narco y su relación con el poder político en México es él.
RADAR
CONTROL. Pues el fin de semana Alejandro Moreno Cárdenas “Alito” se reeligió como presidente nacional del PRI por cuatro años —con posibilidad a reelegirse por otros cuatro años— y ayer excluyó del grupo parlamentario del tricolor en el Senado al mejor operador político que ha tenido el partido en las últimas tres décadas, Manlio Fabio Beltrones.
Nos comentan que la jugada de “Alito” es quitar del camino a cualquier figura que pueda meter ruido a las decisiones que tome y que buscarán pavimentar la construcción de una candidatura presidencial en 2030. Desde hoy Moreno Cárdenas metería fuerte la mano para no perder control de una estructura que sólo le da al PRI 5 millones de votos. El camino aun es largo, ¿lo logrará?