PRIngravidez

FRENTE AL VÉRTIGO

Pedro Sánchez Rodríguez<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Pedro Sánchez Rodríguez*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

En 2019, Alejandro Alito Moreno dejó la gubernatura de Campeche para convertirse en presidente del PRI. Durante su gestión, los “revolucionarios” perdieron el 75% de su militancia y 10 gubernaturas, entre ellas Hidalgo, que siempre había sido gobernada por el PRI, y el bastión histórico del priismo, el Estado de México.

Además de sus resultados, Alejandro Moreno ha estado inmiscuido en un sinfín de escándalos de corrupción, todavía sin resolver. Tiene un proceso abierto de desafuero promovido por la Fiscalía de Campeche. Ha sido criticado por políticos históricos del PRI, como Miguel Ángel Osorio Chong, Manlio Fabio Beltrones, Pedro Joaquín Coldwell, Enrique Ochoa e, incluso, Beatriz Paredes.

A pesar de todo eso, Alejandro Alito Moreno logró extender su primer periodo para que alcanzara a cubrir todas las elecciones de 2024 y consiguió reformar los estatutos del partido para tener la oportunidad de reelegirse. Así las cosas, Alito Moreno consiguió la reelección al frente del tricolor con 97% de los votos, por lo que estará al frente del partido hasta el 2028 y con la posibilidad de buscar un tercer mandato al frente del partido, que alargaría su gestión hasta el 2032.

No deja de ser irónico que quienes presagiaban que la elección del 2 de junio era una decisión entre democracia y dictadura, repliquen prácticas como las de Evo Morales en Bolivia o de Hugo Chávez en Venezuela para perpetuarse en el poco espacio que les queda de poder. No hay directivo de una empresa, director técnico de un equipo de tercera división o estudiante de preparatoria, que permanezca en su puesto, con semejantes resultados. Pero Alito sigue ahí, exceptuado de la ley de la gravedad.

Lo que muestra el PRI es la falta de cualquier mecanismo de rendición de cuentas, que haga que la permanencia de su dirigencia dependa de su desempeño en las elecciones. La ausencia de cualquier tipo de vergüenza y honor para reconocer el fracaso de una visión y praxis política. La falta de compromiso y valores para fungir como una oposición funcional y con autoridad moral para hacer frente a las necesidades que el país requiere.

Si el PRI en el poder, sobre todo en los últimos años, evidenciaba su desgaste y agotamiento político, el PRI sin el poder muestra su podredumbre ideológica y su pátina autoritaria. No hay nada de revolucionario, ni nada de institucional en el PRI de Alito Moreno. El ridículo desempeño electoral obtenido por el PRI en las elecciones de 2024 lo han dejado con 34 diputados (7%) y con 17 senadores (13%), con sólo 11% de la votación, lo que lo convierte en la quinta fuerza política del país, sólo arriba de MC. Dada la ligereza política del PRI como partido y el protagonismo de Alito dentro del partido, habrá que ver cuánto tiempo le queda al PRI de ser oposición en el sexenio que viene.

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