Poder expresidencial

CARTAS POLÍTICAS

Pedro Sánchez Rodríguez<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Pedro Sánchez Rodríguez*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

México se acerca a un momento crucial. A la fecha de esta columna se perfila que el INE confirme la mayoría calificada de Morena en la Cámara de Diputados y que se quede a 3 curules de alcanzarla en la Cámara de Senadores. Si el Tribunal Electoral confirma este resultado, a Morena le basta convencer a 3 senadores de otras bancadas para obtener mayoría calificada en ambas cámaras y pasar reformas constitucionales.

El gobierno de López Obrador y su coalición legislativa ya han avanzado el trabajo para dictaminar las iniciativas que transformarían el régimen político de México en septiembre mismo. Esta transformación implicaría una reforma al Poder Judicial cuyo punto más polémico es la elección de jueces por voto popular, y está en fila una reforma electoral que plantea la desaparición de los legisladores por representación proporcional y la no reelección de ningún cargo de elección popular.

En suma, estos cambios implicarán un cambio radical al régimen político de México que para muchos representará una concentración de poder en el Ejecutivo como en los viejos años del PRI. Un régimen sin frenos ni contrapesos, un régimen cuya discrecionalidad va a ser difícilmente cuestionable. Por otra parte también representa el desdibujamiento de los partidos tradicionales en México, protagonistas del breve periodo de transición democrática, que serán una oposición diluida, minoritaria, casi minúscula y ciertamente subrepresentada que corre el trágico riesgo de ser irrelevante.

Dicho esto, queda por ver cuál será la dinámica que tenga la Presidenta con su coalición legislativa. En los años del PRI hegemónico el Presidente era jefe del Poder Ejecutivo, mandamás del Poder Legislativo y del Poder Judicial, prefecto de los poderes estatales, comandante de las Fuerzas Armadas y líder de facto del partido.

En este sentido y bajo la configuración de este nuevo régimen político en México, me parece que el escenario que se nos plantea dista de los años del priato en el sentido de que hasta ahora Sheinbaum no es del todo la líder formal ni fáctica de Morena. Ésta es una diferencia relevante que tiene implicaciones sobre el futuro político del país.

Me parece incontrovertible que López Obrador es el líder simbólico y moral de Morena. Lo que me parece un misterio es cómo se puede compartir el poder entre la Jefa de Estado y Gobierno de México con los del líder moral y simbólico de Morena. Me parece una incógnita cuáles serían las motivaciones de los actores “obradoristas” de continuar rindiendo lealtad, siguiendo la ruta y consejo al expresidente cuando formalmente su poder perdería la capacidad de conceder desde lo material y lo institucional. Para que dicho poder mantenga su ímpetu y su capacidad requiere, necesariamente, de la concesión y el acuerdo del próximo Gobierno.

Por lo pronto no hay señales de que Sheinbaum esté dispuesta a distanciarse de López Obrador. No se debe a que tenga miedo a perder su coalición legislativa y su respaldo en el Congreso, sino a una coincidencia ideológica, una lealtad personal, una simpatía programática con el Presidente. La decisión de Sheinbaum de no incluir al PVEM o al PT a su gabinete dan cuenta de que confía en que su partido se mantendrá cohesionado y alineado a su Gobierno. No buscó congraciarse con sus aliados sino con el obradorismo.

Las diferencias entre el poder expresidencial y presidencial por supuesto que existen pero sobre todo existirán y serán evidentes. Hoy la Presidenta electa asiente y argumenta a favor de reformar el Poder Judicial, la autoridad electoral, ajustar los constitucionales autónomos. Ha optado por resaltar las convergencias y camuflar las posibles diferencias. Al día de hoy no queda claro en qué y qué tanto difiere Sheinbaum de López Obrador. Lo que sí, es que ya nuestros socios comerciales han anunciado su preocupación con el cambio que viene, los inversionistas también están expectantes de la ventana de septiembre y del riesgo de una potencial crisis de inicio de sexenio.

Hasta el momento las coincidencias le han permitido a Sheinbaum encaminar una transición sencilla y con pocas complejidades, pero al tiempo se dará cuenta que la prosperidad puede ser compartida, pero el poder no. El riesgo de apostar por la cohesión parlamentaria a partir de coincidencias con López Obrador, ante una coyuntura que exigirá políticas determinantes para atender los retos que vienen pueden resultar en que el Congreso termine por no responder ni a AMLO, ni a Claudia, sino a dinámicas locales, a tribus dentro del propio Morena e incluso a un impasse producto de distintos intereses.

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