Si los pronósticos y los caprichos se cumplen —aún y con ordenamientos judiciales que impiden que la iniciativa sea discutida— en las próximas horas o días, se echará a andar la ruta constitucional para que la reforma al poder judicial se consume.
Fuentes en el Congreso de la Unión me confirman que no hay otra prioridad, no hay otro asunto más importante, que apurar a toda costa la aprobación de la iniciativa para que sea el mismísimo tabasqueño quien la promulgue antes de que concluya su sexenio.
Para lo anterior, Morena lo tiene todo: mayoría en la Cámara de Diputados, mayoría en el Senado, el control en casi todos los congresos estatales —donde también se tendría que avalar la Reforma— y, desde luego, al Jefe del Ejecutivo deseoso de posarse sobre el Poder Judicial con el triunfo en las manos.
Pero hay otra ruta que quizá no hay que olvidar. La serie de desencuentros entre el Presidente y el mismo Poder Judicial, que fue dando forma a la iniciativa que terminará con uno de los tres poderes de la unión tal y como lo conocemos actualmente. Es decir, el tiro completo que se aventaron estos dos gigantes quedará para la historia.
Los más cercanos al todavía inquilino de Palacio Nacional, aseguran que todo empezó a inicios del sexenio cuando varios ministros se negaron a reducirse el sueldo a menos de lo que ganaba el Presidente y solamente se lo redujeron en un 25 por ciento, según la propia SCJN.
Las patadas por debajo de la mesa se dieron durante todo el sexenio y no sólo por el tema de los salarios, sino que también en el Ejecutivo, caló hondo el escándalo por la tesis de Yasmín Esquivel Mossa, propuesta por el propio tabasqueño como ministra del Máximo Tribunal.
Todo este “estira y afloja” fue encolerizando más y más a ya saben quién: le echaron para atrás la Ley que evitaba que en un lapso de al menos 10 años servidores públicos de alto nivel pasaran a puestos clave en la iniciativa privada y así evitar conflictos de interés; también declararon anti constitucional el Padrón Nacional de Usuarios de Telefonía Móvil, el famoso Panaut, impugnada por el Inai, organismo que por cierto estaría en vías de extinción a solicitud del Ejecutivo federal.
La bronca siguió y, como si no fuera suficiente, este año, hace apenas unos meses, la SCJN también le echó para atrás su reforma eléctrica. ¡Toma Tomate!
Al final, en este juego de las vencidas, el oficialismo echó toda la carne al asador en las elecciones del pasado 2 de junio y —aunque algunos dicen que con trampa— lograron tener la mayoría que hará posible de una vez, tras un sexenio de golpes contusos, con tubos y con todo, la victoria sobre el Poder Judicial.
Dentro de Palacio, algunos se regodean de que, aunque sea por las malas, lograron someter a un poder que hasta los próximos días permanecía autónomo.
En el baúl. La semana pasada, al concluir la sesión ordinaria del INE, la consejera presidenta Guadalupe Taddei, afirmó que el árbitro electoral mirará adelante y está listo para lo que viene. Hasta aplausos y abrazos hubo al concluir la sesión, encuentro al que por cierto no asistieron las y los consejeros que conforman el bloque que se ha opuesto en varias ocasiones a determinaciones que han beneficiado al actual Gobierno. Presenciaron la sesión vía remota para así evitar aplaudir la conclusión de un proceso electoral, cuyo resultado es una aplanadora legislativa más que cuestionada.
Basta por hoy, pero el próximo lunes… regresaréeeeeeeee!