Lo que más disfruto desde niña es rodearme de palabras de otros, diseccionarlas, también escribo algunas mías, rumio la precisa para un volumen futuro. O sea, vivo entre las revelaciones y las revoluciones que regalan los libros, cómo alumbran “la asombrada complejidad que somos” (María Negroni). Leer define tanto mi vocación precoz como la definitiva, desde que en 1992 entré a Filosofía y Letras. Bien decía mi madre, #NoTengoLlenadera. Suscribo lo que apunta una amiga: “Me doy cuenta de que casi sólo sé hablar de lecturas y autores”. Ya estaría de Dios.
Tomo la idea para esta columna del escritor Toño Malpica, quien en la mesa por el décimo aniversario de Universo de Letras, en la Filuni de la UNAM, habló de cómo NO se acerca a un libro (nunca revisa las contraportadas, por ejemplo). Yo enlisto cómo SÍ lo hago, para no plagiar tan a lo bestia.
1. En general leo acostada. Es mentira. Lo hago en cama, sentada, de pie ante la barra de la cocina al cenar, en el baño, en el coche y por suerte no me mareo (saludos, Jules), sola o con mi hija o mi novio, cada quien metida la vista y la piel en su planeta. También disfruto peinar con amigos un texto para comentarlo.
2. Siempre me receto poesía en la mañana y antes de dormir.
3. Mi trabajo implica estar al día de lo mejor que se publica en Hispanoamérica, para organizar cursos y talleres con autores o autoras destacadas. Por eso (y por de-formación de años) subrayo lo relevante, anoto al margen preguntas, doblo la esquina cuando una línea retumba en mi flanco, doblo la página a la mitad si un pasaje me pone de pie. Cuando regreso a un título para preparar una mesa sobre él, de inmediato localizo aquello que me interesó. Lo señalaba Umberto Eco: “Respeto los libros usándolos, no dejándolos en paz”.
4. Al hincarle el diente a un título lo hago con mi bagaje a cuestas: enriquezco el viaje al conectarlo con otros, con atmósferas, estilos similares o en contraste. Ubico la tradición previa a la obra y quién dialoga hoy con ella.
5. Soy una #MétomeEnTodo: en general alterno varios títulos de poesía, una o dos novelas, algo de ensayo, de crónica. En el coche poquiteo revistas.
6. Prefiero el papel y no le doy el golpe a los ebooks, pero a diario busco literatura en sitios web (elpaís.com, clarin.com/revista-enie, periodicodepoesía.unam.mx), me regalo un poema o me entero de asuntos del mundo libresco en cuentas de Twitter (@epifitas @robinepmyers @literaturaunam), oigo a autores leer su obra (descargacultura.unam.mx). Y cuando salgo a caminar pongo audiolibros que me interesan, aunque no he tenido tiempo para su indocilidad y belleza en ejemplar físico: El peligro de estar cuerda, de Rosa Montero o El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura.
7. A veces, incluso, leo despierta.