Estamos bajo días bravos y confusos en donde no hay signos de conciliación o entendimiento entre la mayoría, la oposición y quienes se manifiestan en contra de la reforma al Poder Judicial.
A partir del 2 de junio? alertamos sobre la posibilidad de que septiembre fuera el mes del jolgorio para el Presidente. A pesar de que dista de no serlo con la mayoría calificada que tiene en el Congreso, se han presentado un conjunto de circunstancias que quizá estén rompiendo el final feliz.
No se debe soslayar por ninguna razón el hecho de que con todo y que tenga una mayoría que permite aprobar cualquier reforma, señaladamente las que propuso el 5 de febrero, existe un conjunto de factores externos que tienen que ser considerados en el proceso y la gobernabilidad.
Tener en la calle a una gran cantidad de estudiantes defendiendo con convicciones sus planteamientos es un tema importante y sensible para el país. Las movilizaciones han sido respetuosas y, sobre todo, han puesto particular énfasis en buscar la posibilidad del diálogo. La negativa de la mayoría y del propio Presidente manifiesta signos contradictorios sobre aquello de escuchar todas las voces.
Empecinarse en seguir bajo el “voy derecho y no me quito” y no escuchar las voces estudiantiles le va quitando autoridad a la mayoría, por más que se argumente que detrás de sus decisiones está el mandato del pueblo.
Será necesario interpretar la encuesta que ayer dio a conocer El Financiero sobre la reforma y los aparatos de justicia. El 53% de la población no conoce la propuesta, en tanto que el 41% sabe de ella, lo cual no quiere decir que la conozca en los términos en que está.
También para destacar en la misma encuesta está la respuesta a la pregunta sobre si se aprueba o desaprueba el trabajo de la Corte. El resultado seguramente no le gustará a algunos, resulta que el 65% lo aprueba en tanto que sólo un 26% lo desaprueba.
El futuro es incierto a pesar de que la mayoría esté en camino de cumplir el trámite de aprobar la reforma. Una decisión tan marcadamente unilateral va a hacer a un lado opiniones que en lugar de querer desacreditarla, en muchos casos lo que se quiere es fortalecerla.
Se está perdiendo una gran oportunidad de cohesión social. Se necesita de un debate que vaya más allá del que de manera un tanto cuanto unilateral desarrolló el Congreso. No escuchar a los estudiantes es pasar por alto los muchos planteamientos críticos que se han hecho sobre la reforma.
Tener a los estudiantes protestando en las calles invariablemente lleva consigo riesgos por lo que significa su presencia en la sociedad y su vitalidad en la vida del país.
Querer remitir las manifestaciones estudiantiles al lugar común de que detrás de ellos existe una manipulación por parte de sus profesores o que en el fondo no conocen el contenido de la reforma, es menospreciarlos y es partir de que de manera paralela todos los y las legisladoras de la mayoría han leído el documento y se lo saben al dedillo, no solamente en términos de memorización, sino también en términos de lo que significa y lo que está detrás de la reforma.
Las luchas estudiantiles han pasado por innumerables desacreditaciones a lo largo de años, una de las más referidas es que son manipuladas. En diferentes momentos, algunos de ellos terribles para el país, ésta ha sido la argumentación sin entender la esencia de las movilizaciones.
La mayoría está perdiendo una oportunidad para una mejor gobernabilidad. El Presidente ya se va o eso dice. Las responsabilidades requieren de la futura gobernante y su partido que convoquen a una mesa de diálogo en beneficio, paradójicamente, de la misma reforma.
RESQUICIOS.
Resulta por lo que se puede interpretar de lo que dijo el Presidente, el que tuviéramos un sistema de salud mejor que el de Dinamarca era una provocación, y la votación a mano alzada era “miga”, y nosotros que pasamos 6 años pensando que podíamos ser como los daneses.