De 1 a 10 ¿Qué tan radical es el Gobierno?

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Los aliados de AMLO en Francia y Reino Unido fueron proscritos políticamente por radicales. Jeremy Corbyn fue excluido de su partido laborista. En 2020, se le suspendió por decir que el número de denuncias de antisemitismo dentro del partido estaban siendo exageradas. En mayo de 2024, tras la convocatoria de las elecciones generales, ya no se le permitió presentarse como candidato laborista por su circunscripción, y Corbyn tuvo que postularse como candidato independiente por Islington North, elección que ganó.

Jean-Luc Mélenchon, por su parte, es el líder moral del partido Francia Insumisa. El presidente Emmanuel Macron ha señalado que está dispuesto a trabajar con comunistas, socialistas y ecologistas, pero no con los insumisos. A pesar de que la izquierda resultara el bloque mayoritario en las recientes elecciones, Macron ha usado como pretexto el radicalismo del movimiento de Mélenchon para negarse a nombrar a un Primer Ministro proveniente de la coalición de izquierda llamada Nuevo Frente Popular. El radicalismo de Mélenchon también se asocia con sus declaraciones sobre una supuesta exageración de las alertas contra el antisemitismo, además de sus posiciones escépticas acerca de la Unión Europea y su convicción de que la crisis civilizatoria requiere de la caída del capitalismo.

Ahora bien, aunque AMLO, Corbyn y Mélenchon han mostrado con orgullo su afinidad ideológica (les encanta compartir fotos de ellos juntos), hay diferencias importantes de contexto. Por un lado, la sucesora del mexicano es de origen judío y, a diferencia de resbalones verbales en otros temas, el todavía Presidente no ha sido acusado de antisemita. En segundo lugar, por algunas posiciones sobre aborto y diversidad, a AMLO se le ha tachado de conservador, por su política macroeconómica era tenido como moderado y, políticamente, sus primeras decisiones buscaron el acuerdo con la oposición. Recordemos que él había enviado como perfiles para ministros de la Suprema Corte los de Margarita Ríos Farjat y Juan Luis González Alcántara Carrancá, lejos de la izquierda partidista.

Pero, una vez que los desencuentros con el Poder Judicial nos han traído a donde estamos, en septiembre del 2024, es claro que el Gobierno de México puede ser clasificado, por sus recientes acciones y según los estándares teóricos contemporáneos, como un Gobierno de izquierda radical. Como dice Armando Bartra, las reformas constitucionales en puerta nos colocan en la línea de países como el Ecuador de Correa, la Bolivia de Morales o la Venezuela de Chávez.

Esta última afirmación le habrá seguramente causado un estremecimiento en las tripas, por temor, a más de alguno de mis lectores. En mi caso, me preocupa la ineficacia de la izquierda populista, no su afán de justicia social. Festejo que millones de personas hayan salido de la pobreza durante el sexenio que concluye, pero no podría festejar que un número mayor caiga en ese estado, en el mediano plazo, producto del sectarismo y miopía de políticos ignorantes, acaudillados e impulsivos. Pero lo veremos.

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