Retén el beso* (I)

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Massimo Recalcati comienza hablando del beso y su importancia en la vida amorosa y erótica. Lo que a primera vista parece cursi, pronto se convierte en un pequeño tratado sobre el amor y el deseo, escrito de modo impecable, estético, profundo y accesible para todo el público. La idea más importante que subyace en estos ensayos, es de R. Barthes: ¿por qué durar es mejor que arder?, ¿lo que arde, puede perdurar?, ¿se puede durar y seguir ardiendo? El amor comienza con un encuentro. Freud dirá que es un reencuentro con personajes del pasado de los enamorados, que les permite reconocerse: dos que se enamoran, por ejemplo, comparten la vivencia de haber tenido padres que se llevaban mal y aunque sienten que es otra cosa la que los arrebata, los une, inconscientemente, la historia compartida.

Recalcati afirma que el encuentro es producto del azar, de una pura contingencia y transformarlo en destino es un acto de la voluntad. Los amantes quieren que sea para siempre, no se contentan con arder, quieren perdurar. ¿Seguirá ardiendo? ¿Perdurará? ¿Perdurará sin seguir ardiendo? El deseo sexual y el éxtasis amoroso han sido reducidos por la psicología científica a un efecto de la dopamina destinado a agotarse. Entre 10 y 18 meses, afirma. O se acepta la decadencia del impulso erótico del deseo o se cambia de pareja para renovarlo. Recalcati muestra una visión del deseo, la de Philip Roth en El animal moribundo, que afirma que la única verdad del discurso amoroso es el deseo sexual: “El sexo es todo el encanto que se requiere. ¿Encuentran los hombres a las mujeres tan encantadoras una vez que se ha eliminado el sexo?” Roth representa al hombre estereotipado, dominado por la pulsión sexual. Así como Lacan afirma que no existe relación sexual, Roth dice que es lo único que existe. El goce perverso-polimórfico del cuerpo orienta la pulsión sexual y no la reproducción de la especie. Así lo afirma Freud en sus ensayos sobre sexualidad y agrega: “El destino del deseo es el de escindirse entre la ternura dirigida a la pareja y el deseo sexual dirigido hacia nuevos amantes”. Si en verdad es imposible unir el deseo y el amor, sólo queda la resignación o la infidelidad.

Los hombres (estereotipados) son fetichistas del deseo, desean partes del otro: los genitales, los pechos, la ropa interior, los zapatos. Difícilmente acceden al deseo como las mujeres (estereotipadas) que desean el todo del otro, todo lo que es. La forma de amar femenina se dirige a la palabra, al intercambio, a la relación. La masculina es pura idiotez fetichista, que hace añicos el ser del otro y busca fragmentos sueltos: los labios, las piernas, el culo. El deseo sexual no puede generar el amor. Reconocer la naturaleza insustituible del amado, es lo que lo hace posible. El deseo sexual recíproco es una conspiración de dos, es un respiro ante el dolor del mundo, no la felicidad, sino un descanso físico del dolor de existir. Cuando es el amor lo que orienta el deseo erótico, no hay violencia, opresión, no hay depredación, no hay búsqueda de fragmentos, no hay apropiación rapaz. El cuerpo no es un objeto cualquiera destinado a ser consumido. El cuerpo es en sí mismo, un mundo.

* Massimo Recalcati, Retén el beso (lecciones breves sobre el amor), Anagrama, 2023

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