La carrera por la presidencia de EU está más cerrada que nunca a pocas semanas de la elección. El debate presidencial entre Harris y Trump tuvo su efecto en las encuestas en favor de la vicepresidenta; sin embargo, no parece determinante en el resultado. Si bien Harris ganó el debate, no logró una total implosión de su contrincante. Trump, aunque dio la nota con sus declaraciones estrambóticas en su acostumbrada diatriba antiinmigrante, se mantuvo sólido en su posición. Él no pierde un voto, ella gana a algunos indecisos.
Así, Harris que llegaba al debate con unos cuantos puntos porcentuales por arriba del republicano logró ampliar su ventaja en las encuestas rozando y superando, en algunas de ellas, 50% de la intención del voto. Esta buena noticia para su campaña no trae tranquilidad a la candidata demócrata puesto que históricamente su partido ha tenido que alcanzar bastante más votos que su rival para alzarse con la victoria. Esto es debido al intrincado sistema electoral estadounidense que no se basa en el voto popular, sino en un complejo sistema de colegio electoral. Esto quiere decir que no gana el candidato más votado en términos absolutos, sino el que gana en suficientes territorios para alcanzar un cierto número de votos electorales.
El gran fantasma de Harris es la derrota de Clinton contra Trump. Hillary ganó el voto popular, es decir, más personas votaron por ella, pero no en la proporción territorial necesaria, por lo que perdió la contienda. Así, este pequeño repunte no hace la diferencia y la elección sigue estando en el aire puesto que en los estados clave las encuestas siguen indicando un empate técnico. Los demócratas tendrán que esforzarse y darlo todo en estos días en estos territorios para pelear cada voto, ya que la mayoría absoluta no le será suficiente.
Por su parte, Trump descansa en su fiel base. Desde el inicio de su campaña sus números nunca han bajado de un sólido margen entre 40 y 45% de la intención de voto. Su lucha está en no perder a los moderados e independientes que favorecieron a Biden en la pasada elección ante su comportamiento errático. Por esta razón su campaña ha decidido exponerlo lo menos posible al público, evitando, por ejemplo, un nuevo debate con Harris.
Así, todo el trabajo está del lado demócrata. Son los que tendrán que dar el extra por ganar el centro. Harris tiene que mostrarse y convencer, al tiempo que recuerde al público el caos que implicó la presidencia de Trump. Se trata de una estrategia que tendrá que ser muy precisa y enfocada, ya que esta elección no se definirá por los grandes números, sino por el puñado de personas que habita en los distritos clave. Podrá ser extraño y tal vez injusto, pero son las reglas del juego.