Era mediados de mayo de 2012. Aquella tarde estaba sentado en la sala de espera del Aeropuerto de Matamoros. Andrés Manuel López Obrador se sentó a mi lado. Duro, tal cual es, me dijo que le había gustado mi trabajo como cronista de su campaña presidencial, la segunda. Luego astuto como es, inició un diálogo en el que plasmó un futuro que consideré descabellado.
Como reportero, era mi último día cubriendo la segunda campaña presidencial de AMLO; recuerdo aquella plática que tuve con el hoy presidente de México.
Fue un día complicado, el equipo de seguridad había cambiado dos veces la ruta del evento al aeropuerto porque se habían registrado una serie de enfrentamientos en el marco de la guerra que le hizo Calderón al narco.
En esa plática —de la que conservo una fotografía que tomó el gran fotoperiodista Luis Cortés—, López Obrador me preguntó cómo había visto sus discursos, cómo había sentido el humor de la gente, qué pensaba de la cercanía que tenía con “el pueblo”. Le pedí permiso para hablar con franqueza y concedió.
No entrecomillaré. El entonces candidato presidencial me decía que era momento del pueblo, que era tiempo de los que menos tienen, de los olvidados por un sistema político y económico que había fracasado por la corrupción, donde los más ricos eran más ricos y los más pobres eran más pobres. Que los pobres y las clases medias debían tomar el poder pacíficamente.
Pero le insistí que la izquierda también había olvidado a los pobres. López Obrador me respondió que por eso era necesario instaurar en el país un nuevo orden y cambiar desde el tuétano el engranaje del sistema, ese que protegía a las elites políticas, empresariales y a unas cuantas familias y que obligaba al resto de los mexicanos a sobrevivir en el día a día.
Entonces me dijo que era necesario desaparecer a las instituciones que se habían corrompido. Le dije que eso era simplemente imposible, que de ganar la Presidencia de la República enfrentaría resistencias de cualquier índole y que de plano no se lo permitirían. Él me respondió que el presidente Juárez ya lo había hecho y construyó al país desde cero, que lo haría igual.
Luego me aclaró que a él sólo le tocaba iniciar una nueva revolución, una pacífica, una de ideas y conciencias, una que hiciera “despertar” a millones de mexicanos que habían sido excluidos por el PRI y el PAN. Me preguntaba si valía más la vida de “un poderoso” que la de una mujer indígena pobre. Le insistía que esa empresa era prácticamente imposible.
López Obrador fue muy respetuoso de lo qué pensaba, aceptaba mi percepción de su visión pero tampoco concedía todo. Platicamos de otras cosas. Aquí si entrecomillo: “a mí me toca iniciar el cambio, no concluirlo; la lucha es de los jóvenes… por los pobres, por los olvidados”, me dijo.
Esa tarde de mayo volamos a la Ciudad de México. Llegamos a la terminar 2 del AICM. Él y su equipo siguieron en conexión porque viajarían a Tuxtla Gutiérrez, yo me quedaría para cubrir al día siguiente la campaña de Enrique Peña Nieto.
En el pasillo para la conexión, yo caminaba un par de metros adelante, AMLO comentó: nos volveremos a encontrar, quizá en diferentes trincheras, pero nos volveremos a encontrar, y se despidió.
La madrugada del 15 de septiembre de 2024, más de 12 años después de esa plática en Matamoros, vi a López Obrador dando el Grito de Independencia desde el balcón central de Palacio Nacional, con la banda Presidencial cruzando su pecho. Jamás movió un ápice lo que pensaba y quería para el país.
Y durante estos seis años confirmé que hizo lo necesario para cumplir al pie de la letra aquella visión de cambio que tenía.
RADAR
BLINDADA LA REFORMA AL PODER JUDICIAL
Tras la promulgación de la reforma al Poder Judicial, el diputado Arturo Ávila Anaya, vocero de la súper bancada de Morena en el Palacio Legislativo de San Lázaro, tiene claro que no existe ningún recurso al que los opositores puedan recurrir para evitar que el pueblo de México reciba una justicia pronta y expedita.
El portavoz morenista considera que la suspensión a la publicación de la reforma en el Diario Oficial de la Federación que concedió un juez, fue un último intento, desesperado, de la oposición, que sólo confirmó la necesidad de cambiar el Poder Judicial: “Un juez piensa que tiene facultades para extralimitarse y echar para abajo algo que depende del Poder Legislativo”.
El aguascalentense afirma que la mayoría de las y los mexicanos están de acuerdo con la reforma Judicial, tal como los expresaron en las urnas el pasado dos de junio.
“Esta idea de que allá afuera hay una resistencia, como lo pusieron aquellos, es la resistencia a que les quiten los privilegios. Esa es la realidad. Porque si le preguntan a la gente, a la que votó por nosotros, todos dicen qué bueno, la reforma Judicial va”. Ávila enfatiza que la promulgación de esta reforma es un motivo de celebración. Capítulo cerrado pues.
SOSPECHA
La semana pasada se publicó el ranking internacional de abogados “Top Law Firms Worldwide” de Chambers&Partners, siendo este uno de los más prestigiados a nivel mundial y esta es la primera edición que incluye despachos mexicanos.
Sorprende, nos comentan, que entre los reconocidos en México se encuentra el despacho de Diego Ruiz Durán, quien se encuentra en Miami mientras que en las barras hay duros señalamientos en su contra tras los servicios que prestó a Guillermo Alvarez —en la disputa de la cooperativa Cruz Azul—. ¿Raro, no?
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FGR