En todas las familias hay algo de lo que nadie quiere hablar. La terapia familiar estudia los secretos de familia y el impacto que tiene lo no dicho a nivel inconsciente, que después se manifiesta como síntomas extraños que parecen no tener un origen claro. Evan Imber-Black es una de las autoras que más ha estudiado los secretos en la familia y sostiene que es importante desentrañarlos para que la comunicación sea más sana y abierta.
Los secretos más frecuentes tienen que ver con el abuso sexual. Nadie quiere hablar de lo que les pasó a los padres o a los hijos hasta que aparece un trastorno de conducta, enuresis, depresión, adicciones, entre otros. Algunos padres temen que a sus hijos pueda pasarles lo mismo que a ellos, pero no lo dicen, sólo lo actúan y coartan las iniciativas de libertad en los hijos. El miedo toma las dimensiones de paranoia, pero no se explica con claridad. Es sólo una amenaza sorda que se percibe y que se vive todos los días. Serge Tisseron, el psicoanalista francés, dice que los secretos afectan la construcción de la identidad. Ocultar eventos importantes puede influir en la transmisión transgeneracional del trauma.
También se guarda en secreto la orientación sexual de los hijos. Si no son heterosexuales, muchas familias siguen viviendo la homosexualidad como una causa de vergüenza, algo de lo que no se habla y que además se esconde. Se excluye a la pareja homosexual de la hija o del hijo de las celebraciones familiares para no incomodar a nadie, para mantener las buenas formas. He perdido la cuenta de cuántos pacientes llegaron a pensar que ojalá algo los cambiara y pudieran ser “normales” para que sus padres los amaran.
Los secretos en las familias se guardan para mantener una imagen ideal hacia adentro y hacia afuera. Una imagen de normalidad a la que aspira un neurótico obsesivo que sólo piensa en lo que los demás pensarán de él.
Familias “perfectas” que desconocen que el padre le ha sido infiel a la madre durante décadas. Un padre perfecto que no siente culpa porque nadie se enteró y porque así son los hombres y nadie debería escandalizarse.
Hay padres y madres que intentan dar una imagen de perfección a sus hijos y les ocultan las oscuridades del pasado familiar. En los relatos biográficos, hay lagunas enormes de información: nadie supo por qué se fue el padre, de qué murió la abuela, cuántos medios hermanos hubieron, quién era adoptado porque la madre biológica lo abandonó.
Lo no dicho tiene un poder enorme sobre el grupo. A veces se elige a uno de los hijos como chivo expiatorio para pagar todas las cuentas pendientes de los padres. La hija más sintomática suele llamarse paciente identificada y ser la portadora inconsciente de los secretos de la familia. La familia es un sistema en el que las acciones, decisiones y silencios de uno de los miembros afectan al resto. Los miembros se extrañan con frecuencia de conductas como adicciones o padecimientos depresivos. Si son tan bonita familia, si fueron tan buenos padres, no se explican cómo pudo pasar.
Joyce McDougall exploró el papel de los secretos en la vida emocional vinculándolos a síntomas psicosomáticos y otros trastornos psicológicos. “Todo secreto de familia tiene un impacto sobre los hijos, ya que lo que no se puede verbalizar se transmite por vías no verbales. Cuando un secreto es guardado por largo tiempo, el cuerpo de los miembros de la familia puede convertirse en el lugar donde se inscriben los sufrimientos no expresados.” Síntomas, fantasías o comportamientos inexplicables, fantasmas.
No es suficiente con hacer una constelación familiar para liberar todo lo que ha quedado reprimido o silenciado en una familia. Es necesaria la terapia familiar y la individual, con la conciencia de que el cambio es un proceso lento que requiere de valentía y mucha paciencia.
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