El pequeño condado de Butler en el estado de Pensilvania se ha convertido en un pequeño laboratorio electoral en el cierre de la carrera por la presidencia de Estados Unidos. Fue ahí en donde el pasado 13 de julio un joven de 20 años intentó asesinar al candidato republicano Donald Trump, desatando una polarización en sus residentes que ha acentuado el miedo a la violencia.
Butler es una población pequeña mayoritariamente republicana. Es parte de uno de los estados “bisagra”, que no están claramente definidos hacia un partido y que son clave para la victoria de cualquier candidato. Trump lo ganó cuando derrotó a Clinton y lo perdió cuando fracasó ante Biden. En el complicado sistema electoral estadounidense, esta pequeña población es clave para ganar el estado y contar con los preciados 19 votos electorales de Pensilvania. Fueron apenas 80 mil votos los que le dieron la victoria a Biden, por lo que Trump y Harris saben que en este lugar cada voto es decisivo.
En este escenario, el atentado a Trump ha provocado un despertar de su base. Ver a su candidato vestido al mismo tiempo de héroe y mártir los ha movilizado. Lamentablemente esta movilización ha traído consigo la radicalización de las posturas y el aumento del clima de tensión y violencia dentro de la comunidad. La retórica de ambos partidos ha puesto la mesa para este fenómeno en todo el país. Los ánimos están exaltados y las campañas no se basan en ideas o políticas públicas, sino en acusaciones pasionales. “Trump es un racista misógino”, “Harris asesina niños”. Ambos son pintados como criminales por lo que declarar tu apoyo hacia alguno de ellos desata la furia de tus vecinos disidentes. Una completa ruptura de la cohesión social en las comunidades.
Butler vive ahora las consecuencias de este fenómeno. Vecinos se insultan en las calles con gran apasionamiento. Se miran como si ellos mismos fueran parte de las organizaciones criminales que en su mente están implicadas en la elección. El odio y la violencia están latentes en cada esquina. Gane quien gane la elección, esta comunidad ya ha perdido y este fenómeno se replica a lo largo y ancho del país.
¿Qué será de las pequeñas comunidades como Butler cuando la locura electoral pase? ¿Qué será de un país que ha sufrido de una intensificación del discurso de odio impulsado desde las más altas cúpulas políticas? La democracia pretendía ser un sistema que evitara la violencia y ahora está manchada por ella.
La sociedad estadounidense es un polvorín. Esperemos que ambos bandos dejen de pensar sólo en la victoria y consideren el daño que su retórica está causando a la sociedad. En este escenario el pueblo pierde todo y sólo los políticos ganan.