La vida pública nacional vive tiempos de mujeres y de relevos generacionales. Lo mismo en la dirigencia del partido político más exitoso y poderoso del presente.
La renovación de dirigentes en Morena ilustra y anima el debate sobre el país que somos y sobre el cual abundan filias y fobias cada vez más nítidas, extremas y, al tiempo, ociosas.
Ahora Morena es dirigido por la actual secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, de 37 años. A su lado, el hijo más político del Presidente López Obrador, Andrés Manuel López Beltrán, como secretario de Organización.
Altán, competencia sucia en celulares
Andy hará lo que su padre hizo durante veinte años, construir a pie bases sociales, redes politizadas que se traduzcan en votos y los sufragios, en poder.
Relevo generacional a la vista, sin duda. ¿Consolidación de dinastías políticas? Polarización sin sustento.
La transexenalidad como herencia política y longevidad de castas ha sido objeto del deseo de cada Presidente desde el fin de la Revolución.
Los “delfines” priistas, los “tapados” o los “proyectos” de cada mandatario no lograron consolidarse por falta de pericia, no de ganas.
José López Portillo empoderó a cuates como El Negro Durazo, a afectos románticos como la secretaria de Turismo, Rosa Luz Alegría, o a su hijo José Ramón, “orgullo de su nepotismo”, a su hermana Margarita o a su primo Guillermo en momentos plenos de su mandato, el cual por desastroso lo condenó al destierro político, poniendo fin a su linaje.
Quizá Miguel de la Madrid fue recatado en el ámbito de cuates y familia, pero logró implantar a los tecnócratas para seguir conduciendo los destinos del país bajo nuevas lógicas. Anidó en su administración a los Salinas, a Aspe, Serra, Lozoya, Zedillo y Ortiz.
Carlos Salinas detentó el poder siendo joven aún, pero su hermano Raúl explotó a la nueva Corte neoliberal. Con proyecto y ambiciones definidas, Salinas de Gortari planeaba al menos cuatro sexenios bajo su manto intelectual. Nada le salió bien, lo económico colapsó apenas al día después de su marcha y lo social implosionó en Chiapas. Transformación fallida y un grupo condenado.
Incluso en las alternancias presidenciales, los de Atlacomulco, los Hank, los Moreira, los de Hidalgo y los de Sonora gozaron de cabal salud.
Hijos, hermanos, yernos y entenados, los priistas saben tanto del tema como los panistas; Castillo, Gómez, Calderón, Tovar, Luna, Madero y una larga lista de familias de estirpe azul, sin rubor.
Ahora van los Alcalde-Luján, los López Beltrán, siguen los Monreal, los Batres, los Delgado y todas aquellas familias o clanes que sienten merecer. Compañeros de movimiento, de lealtad al líder que se retira y a la poderosa que llega.
Será en el hacer público y político donde se puedan diferenciar de los de antes, de la tentación compartida a nivel global con los Castro, los Kirchner, o los Clinton; los Bush, los Kennedy, más un largo y global etcétera.