Claudia Sheinbaum rendirá protesta como Presidenta de México el próximo 1 de octubre de 2024. Durante el periodo de transición se han concretado hechos que resultan en un posible proceso de erosión democrática, que ha puesto en entredicho la independencia del Poder Judicial y que avanza hacia un régimen de concentración de poder en el Ejecutivo.
Si todo avanza como lo viene haciendo, en efecto, el próximo gobierno será poderoso como pocos. No obstante, hay un elemento que muchos han advertido y es la fuerte presencia de López Obrador en las filas del morenismo y el propio gabinete de la futura Presidenta.
Estos días se anunció que será Luisa María Alcalde, exsecretaria de Trabajo y de Gobernación con AMLO, quien esté al frente de Morena, sucediendo a Mario Delgado, próximo Secretario de Educación Pública. Además, se nombró a Andrés Manuel López Beltrán, hijo del Presidente, como alto funcionario del partido. Tanto el nombramiento de Alcalde como el de López Beltrán, dan señales de que el partido no necesariamente estará alineado siempre a la Presidenta, como sí ocurrió con López Obrador.
Esto es un cambio radical con respecto al pasado priista del país, porque Sheinbaum pierde margen de maniobra sobre los propios miembros de su partido. Esta situación coloca a Sheinbaum en una posición delicada, donde deberá equilibrar su agenda de gobierno con la ideología de AMLO y la 4T, materializada en el control del partido.
Ésta es una paradoja, porque mientras Sheinbaum hereda una estructura gubernamental fortalecida y con escasos contrapesos institucionales, el Gobierno en turno se encargó de colocar piezas fundamentales para que sea Morena uno de los contrapesos más fuertes con los que tendrá que lidiar el Gobierno que entra.
Esta falta de capacidad de maniobra se vuelve particularmente relevante en un contexto de inicio de gobierno, que pronto se verá las caras con el resultado de las elecciones en Estados Unidos. Habrá que ver la cohesión partidista en un escenario de alta volatilidad, y que exigirá complejas decisiones políticas que deberán elegir entre el pragmatismo y la alineación ideológica. Será interesante ver cómo ese juego de poderes termina resolviéndose hacia un lado u otro, o si alcanza un punto de equilibrio.
También será interesante ver cuál será el rol y el protagonismo que adquiera el hijo del Presidente dentro del partido y cómo se desenvolverá su historia dentro del nuevo entorno político. Por lo pronto, parece que será uno de los principales interlocutores del Presidente con el morenismo duro, y una figura relevante que vigilará el legado de su padre.