Felipe VI en México y los exilios

MARCAJE PERSONAL

Julián Andrade*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Hace algunos años, en 2015, para ser precisos, el rey Felipe VI, al recibir las llaves de la Ciudad de México y ser declarado huésped distinguido, pronunció un mensaje que ya daba cuenta del afecto y de la visión que tenía sobre la capital del país.

Era uno de sus primeros viajes después de asumir el trono en junio de 2014, luego de la abdicación de Juan Carlos I.

Se definió como “chilango” en el Salón del Cabildo, y celebró las libertades de una metrópoli “tan rica en historia y vitalidad humana, tan inmensa y pasional, y que camina con fuerza proyectándose hacia el futuro”.

Apuntó las posibilidades de colaboración en temas como la movilidad, el agua y la seguridad, desde una perspectiva compartida.

Recordó el monarca al exilio español de los años 30 y 40, a su empuje intelectual y constructivo, que se puede ilustrar en la fundación de la Casa de España, que se convertiría en el Colegio de México, en el afán universalista del Fondo de Cultura Económica y en la presencia en escuelas, institutos y en la propia UNAM de académicos de alto rango, así como de escritores, poetas y arquitectos.

Referirse a los transterrados, como los definió —y se definió—José Gaos, abrazaba una concepción sobre la historia y, en particular, sobre el presente y futuro de una España ya democrática, capaz de reconocer su pasado y de asumirlo en su complejidad.

Sí, había un reconocimiento implícito y explícito al papel de México en momentos clave de la historia española.

El rey Felipe VI está lejos de una clasificación conservadora, y más bien habría que colocarlo en un esquema liberal, producto de su propia formación y de una España que supo construir una de las democracias más vigorosas de Europa.

En las escalinatas del viejo Palacio del Ayuntamiento se encuentra el escudo con la inscripción: “Gobernar la Ciudad es servirla”.

Miembros del equipo que acompañaban al rey Felipe en su viaje, hicieron ver la semejanza con el lema de la Casa Real Española y su “servicio, compromiso y deber”.

Y es que hay parecidos que provienen, justamente, de un pasado compartido, de una herencia que es rica culturalmente hablando y que define lo que “somos”, sin negar episodios oscuros, pero asumiendo, al mismo tiempo, la potencia y oportunidad de una relación tan estrecha.

“La presencia de España en México, y en especial en ésta, su capital, forma parte de nuestras raíces y de nuestra identidad colectiva”, le señaló el entonces Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera.

Lo significativo del encuentro hizo evocar a Lázaro Cárdenas, artífice de la llegada de quienes habían perdido su patria y ahí estaba el Rey, dando testimonio en un salón, donde, por cierto, sesionaron las cortes españolas en 1945, y designaron a Diego Martínez Barrio, Presidente de la República española en el exilo.

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