Fui a ver The substance (Farjeat, 2024) con mucha curiosidad. Las campañas de marketing sumadas a una Palma de Oro por el Mejor Guion ayudan a interesarse en una película. Una vez más tengo una opinión impopular: me pareció vacía, sin guion, puros fuegos artificiales para volverla incómoda, nauseabunda y horrible. ¿Es un logro cinematográfico que provoque asco e incomodidad? La cinta es elocuente en su representación de la fobia capitalista al envejecimiento. Todos nos hemos comprado el deseo de hacer lo que sea para vernos más jóvenes, pero no creo que sea toda esa genialidad y transgresión que le confieren los críticos de cine.
Para quitarme el mal sabor de boca al salir del cine, volví a la tranquilidad de mi casa necesitando ver otra película que sí me gustara. Había leído que en Netflix estrenaron His three daughters (Azazel Jacobs, 2023) y aunque no tengo mucha confianza en el catálogo de filmes de la plataforma, la vi y me gustó muchísimo.
Sólo hace falta una buena historia y una dirección inteligente para lograr que en un departamento de Nueva York ocurra la vida entera de una familia. Sin aspiraciones de grandeza y mucho más cerca del cine independiente, Las tres hijas es un retrato íntimo de tres hermanas que se reúnen para esperar la muerte del padre, enfermo de cáncer en etapa terminal. Estamos frente a una película-obra de teatro, que se sostiene en los diálogos y en un retrato verosímil del dolor, la culpa, la rabia, la rivalidad, la envidia, ante la inminente pérdida del padre. Katie es la hija mayor, una mujer neurótica, controladora, que parece creer que todo lo hace bien, angustiada por los trámites administrativos que seguirán a la muerte del padre y por escribir un obituario para el que no tiene palabras suficientes porque no ha estado tan cerca del padre
ni lo conoce tanto.
Christina es la hija menor, una mujer que hace yoga, respiraciones, que intenta conciliar los conflictos en todo momento como si tuviera mucho miedo de la verdad, aunque es la única que no pierde la cabeza porque está demasiado preocupada por conservar su centro. Y Rachel, quien vivía con el padre, hija de su segunda pareja, que aparentemente estaba más cerca de él que las hijas biológicas. Rachel fuma marihuana todo el día, ve deportes en la televisión y hace apuestas. Las hermanas la ven con recelo, creen que sólo está con el padre para quedarse con el departamento. Katie la juzga constantemente por su falta de arreglo y de colaboración. Una perfeccionista adicta al control se enfrenta con una mujer mucho más caótica, pero también mucho más emotiva y cercana, que ha cuidado al padre durante toda su enfermedad.
La película transcurre sin que veamos al padre, solamente escuchamos los monitores en la habitación y vemos entrar y salir a una enfermera.
Las tres hijas hacen un magnífico trabajo actoral, son personajes muy bien escritos, que pueden servir como espejo: quién no ha competido con sus hermanos por el amor de los padres, quién no ha pensado que es la mejor hija, la que realmente se preocupa. Quién no ha deseado ser la favorita. Es la clásica competencia por el amor y la predilección paterna.
Las sutilezas con las que cada una enfrentan el duelo anticipado por la desaparición del padre la vuelven una película íntima, sutil y al mismo tiempo emocionalmente poderosa.
El estrés, la ansiedad, las emociones abrumadoras son retratadas gracias a estupendas actuaciones, a un guion compacto, muy bien escrito, y al tono de la película que ocurre exclusivamente dentro de un pequeño departamento y en un patio de vecinos en el que Rachel sale a fumar.
Ver The substance y His three daughters el mismo día fue de gran utilidad para confirmar lo que ya sabía: prefiero las películas independientes a los largometrajes que pretenden ser transgresores utilizando todos los recursos de la industria a la que pretenden denunciar.
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Las tres hijasLas tres hijas