¿Cómo se vivió el ataque iraní?

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Esta vez fue distinto. El ataque masivo de Irán a Israel hace un par de meses, en respuesta al asesinato de un general de alto mando de Irán en Líbano, fue, más que una embestida, un acto coreográfico. El ataque de antier, lejos de ser un acto, tuvo claramente la intención de matar y, causar caos, víctimas y terror.

En el ataque de hace algunos meses, Teherán utilizó drones que tardaron más de diez horas en atravesar Medio Oriente hasta llegar a las puertas de Jerusalén. Horas antes de que llegaran los drones y los misiles, el público israelí observó en televisión, como en una película de ciencia ficción que se transmite en vivo y en directo, que éstos continuaban acercándose. Sin embargo, un esfuerzo coordinado entre Estados Unidos, Gran Bretaña, Jordania e Israel (hay quien dice que también con ayuda de los sauditas) sirvió para detener la gran mayoría de los drones; y el sistema israelí de defensa explotó en el aire a aquellos que lograron pasar esta primera barrera. Ningún misil o dron dio en el blanco, el ataque no causó ningún daño. Recuerdo el día de este primer ataque, primero viendo las noticias en mi sala y luego, desde el balcón, viendo cómo uno a uno Israel detenía a estos misiles en el aire, una imagen digna de la Guerra de las Galaxias.

Hay quien dice que Irán diseñó este ataque para fallar y servir sólo como una amenaza; otros aseguran que Irán disparó a matar, pero sus armas poco pudieron hacer frente a las defensas de la coalición internacional. El ataque de antier fue distinto. En vez de utilizar drones, Irán disparó 180 misiles balísticos; misiles que salen y vuelven a entrar en la atmósfera y que tardan sólo diez o quince minutos en atravesar Medio Oriente. Su intención: causar daños letales.

A las seis de la tarde los servicios de noticias anunciaron que Estados Unidos había informado a Israel que un ataque iraní era, cito, “inminente”. Cuando recibí la notificación me detuve en esta palabra, tratando de pensar que tan inmediato sería lo inminente. Me dirigí, como todo el país, hacia casa y mientras avanzaba en un taxi vi como las calles comenzaban a vaciarse. Pasaron dos horas desde aquella notificación y, de pronto, sin mayor aviso o especulación comenzaron las sirenas. Bastante inminente, pensé.

Esta vez, pocos se atrevieron a observar desde sus balcones. En mi edificio no hay un refugio contra bombas así que los vecinos, en vez, se reúnen en el primer piso debajo de las escaleras, el lugar más seguro en caso de un impacto. Sirena tras sirena permanecimos allí por media hora hasta que por fin logramos tener cinco minutos de silencio, sin ruido de explosiones en el aire. No hubo rincón de Israel en donde las sirenas no sonaran; en algunos lugares el ataque duró casi una hora.

De nuevo, el sistema de defensa israelí logró frustrar el ataque iraní. No hubo muertos, aunque sí algunos edificios destruidos, entre ellos un famoso restaurante en Tel Aviv y una escuela en el centro del país. No obstante, a pesar del éxito de las defensas, para todos fue claro que esta vez el ataque era a matar.

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