No es lo mismo mitigación que adaptación al cambio climático. La primera busca reducir la emisión de gases de efecto invernadero y evitar la deforestación, medidas que atenúan el calentamiento global. La segunda parte de la necesidad de enfrentar los efectos de la crisis climática, que ya no se pueden prevenir.
En su discurso en el Zócalo, la Presidenta Claudia Sheinbaum anunció importantes medidas de mitigación del cambio climático (promover la eficiencia energética y las energías renovables). Pero se quedó corta ante las enormes necesidades de adaptación del país a la crisis ambiental. Cierto, como punto 72 dijo: “En algunas ciudades del norte del país, donde la tarifa de verano es muy alta, pagan mucho los ciudadanos. Vamos a impulsar un programa de paneles fotovoltaicos para que tengan en su vivienda panel de energía solar, ayuden al medio ambiente y disminuyan su tarifa, su pago de electricidad”.
Pero en ciudades costeras y tierra caliente del resto de México, el pago de electricidad no siempre es tan alto por la simple y sencilla razón de que no alcanza para tener aire acondicionado. La gente posee un ventiladorcito o ni eso, recurren al tradicional abanico. Y, sin embargo, el calor extremo hace que los sistemas de climatización se conviertan en una necesidad básica en algunos lugares del país.
Estudios recientes prueban que la variable climática más predictiva del desplazamiento de México a Estados Unidos es la de las noches más calientes (Molina et al., 2023). Más incluso que la sequía. Es decir, personas sofocadas por las altas temperaturas que ni siquiera logran dormir adecuadamente y tienen que dejar sus lugares de origen.
Las combinaciones mortales de calor y humedad no se presentarán exclusivamente en el norte del país, sino en ciudades como Veracruz o Ciudad del Carmen. Según el “Informe de vigilancia epidemiológica”, en 2024 se presentaron muertes por golpes de calor en Tabasco, Chiapas y Oaxaca. En la Huasteca Potosina, frente a una sensación térmica de 55ºC, el verano pasado los medios reportaron una decena de fallecimientos.
¿Y qué decir de los deslaves y las inundaciones? La relocalización de comunidades que viven en laderas peligrosas, tanto en zonas rurales como en los suburbios de las ciudades, supone un costo billonario, pero necesario si se trata de proteger el derecho humano a la vida. Ese gasto no aparece contemplado entre las 100 propuestas enunciadas por la Presidenta en el Zócalo.
Gustavo Petro, el político colombiano que hoy dirige su país, ha dicho que la peor embestida de la derecha no la tuvo por luchar contra la segregación social sino por sus políticas ambientales, en particular la relocalización de comunidades vulnerables a los deslaves.
La inversión preventiva en adaptación al cambio climático no luce tanto como la ayuda televisada a los damnificados de desastres. La primera debe ser política central del humanismo mexicano.