Mucha gente condena con gran energía —y razón— la violencia y muerte que el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, ha desatado sobre el pueblo palestino desde hace exactamente un
año, después de que un comando del grupo terrorista Hamas lanzó un ataque sorpresa contra civiles israelíes, asesinando a más de mil 200 personas y secuestrando a otras 250.
Sin embargo, pocos reparan en que el partido en el poder en México está siguiendo una política parecida a una que tomó Netanyahu antes de la guerra y que es necesaria para entender cómo el ataque de Hamas le vino como anillo al dedo para lanzarse a la guerra como una herramienta con grandes beneficios políticos. Antes del ataque de Hamas, Netanyahu (o Bibi como se le conoce de manera popular en Israel) estaba en uno de los puntos más bajos de su carrera, pues después de más de dos décadas de ser el hombre fuerte en la política israelí, su coalición conservadora estaba decidida a anular a uno de los contrapesos institucionales que había logrado limitar sus políticas de extrema derecha: el Poder Judicial.
En julio del 2023, Bibi y su coalición aprobaron cambios legales para quitarle a la Corte Suprema y a todos los tribunales la capacidad de cancelar las decisiones tomadas por su gobierno, con una ley llamada “de razonabilidad”. Con un discurso que debe sonar familiar, pues afirmaban que era poco democrático que los jueces, que no son electos, pudieran anular decisiones del gobierno, la reforma fue aprobada. Pero de inmediato generó las movilizaciones más grandes que se habían visto en décadas en Israel, pues era obvio que se trataba de una herramienta para concentrar más poder en el Ejecutivo y avanzar en una agenda política extremista y basada en la polarización. Durante los siguientes meses la oposición, pero mucho más la ciudadanía sin partido, puso a Bibi contra las cuerdas y ante el posible fin de su carrera; hasta que llegó el ataque de Hamas.
El ataque terrorista se convirtió en la tormenta perfecta para llamar a la unidad y desactivar todas las críticas al primer ministro, al mismo tiempo que le dio la justificación ideal para desatar sin escrúpulos la violencia contra el pueblo palestino y todos sus enemigos. En la Franja de Gaza ya se cuentan más de 40 mil personas asesinadas, siendo mayormente civiles, mujeres y niños, junto con más de 100 mil heridos y otras 10 mil personas de las que no se sabe nada. Igualmente, en las últimas dos semanas Israel ha logrado asesinar a prácticamente toda la cúpula de Hezbolá, el grupo paramilitar de Líbano que desde hace casi 40 años ha amenazado su frontera norte, en una operación que comenzó con la explosión de cientos de bípers y terminó con el bombardeo que asesinó al líder del grupo, Hassan Nasrallah. Estas acciones han llevado a Netanyahu y su partido, el Likud, a escalar en las encuestas de preferencias electorales y apoyo a su gobierno. La Corte Suprema de Israel echó abajo la reforma judicial en enero de este año, pero con este nuevo impulso, además de más violencia en el horizonte, Bibi tiene el camino abierto para seguir amasando y concentrando el poder.