Las dudas de Labastida

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Guillermo Hurtado*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Francisco Labastida Ochoa ha publicado un libro de memorias políticas con el título muy cartesiano de La duda sistemática (México, Grijalbo, 2024).

Labastida nos cuenta la historia de su largo y distinguido servicio público, desde el sexenio de López Mateos hasta el de Ernesto Zedillo, además de sus periodos como embajador y senador. El libro se deja leer con interés, ya que combina anécdotas personales con un registro de los datos más relevantes de los periodos de los que se ocupa. En el último capítulo, el autor hace un diagnóstico de la situación del país y ofrece algunas propuestas para enfrentar las dificultades actuales.

Una de las subtramas más interesantes de La duda sistemática es la difícil relación que hubo entre el autor y Ernesto Zedillo, sobre todo durante la campaña presidencial del año 2000. Dicho en pocas palabras, lo que sostiene Labastida es que en ese proceso electoral el presidente Zedillo lo envió al matadero.

Según Labastida, Zedillo nunca ha sido un priista de corazón, pero lo que agudizó su antipatía con el PRI fue la sospecha de que algunas personas del partido habían sido responsables del asesinato de Colosio. A partir de entonces, de acuerdo con Labastida, Zedillo hizo todo lo que estuvo en sus manos para que el PRI perdiera la elección presidencial del año 2000 y él pasara a la historia como el héroe de la alternancia democrática.

Cuenta Labastida que cuando él llegó a las oficinas del PRI para organizar su campaña electoral descubrió que no había dinero, ni siquiera para pagar publicidad. Sobre el famoso Pemexgate, que desvió ilegalmente fondos del sindicato petrolero a la campaña del PRI, Labastida afirma que la mayor parte de ese dinero fue a parar a la cuenta bancaria del líder del sindicato.

Labastida se pregunta por qué Zedillo saboteó su campaña presidencial. ¿Fue porque se ofendió de que le renunciara a la Secretaría de Gobernación en 1999? ¿Fue por el odio que le tenía al PRI? Ninguna de esas dos hipótesis parece convencerlo del todo, aunque no las descarta como motivo de las decisiones del entonces presidente. Lo que él sospecha es algo más serio y de mayor repercusión histórica.

Lo cito: “La razón principal podría ser ésta: cuando el gobierno de Estados Unidos le hizo a México el préstamo de 40 mil millones de dólares para afrontar la crisis desatada por “el error de diciembre” —negociación que el propio presidente Zedillo negoció personalmente—, se le demandó el compromiso de propiciar la transición democrática y que, para ello, el PRI dejara de gobernar (la ciudadanía así lo quería) y él entregara la presidencia a la oposición. La verdad completa sólo la conoce el expresidente y, tal vez, su secretario particular, Liébano Sáenz. A ninguno de los dos los he vuelto a ver después de ese año”.

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