“A mi cabeza le han puesto precio”, decía el padre Marcelo Pérez Pérez, párroco de la Iglesia de Guadalupe, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Él mismo había declarado que el crimen organizado ofrecía hasta un millón de pesos por su cabeza.
Hace unas semanas fue asesinado tras terminar de oficiar su misa dominical. A la salida de la iglesia se subió a una camioneta blanca, lo siguieron dos hombres en una motocicleta, le dispararon por lo menos en ocho ocasiones y huyeron.
El sacerdote de origen tzotzil perdió la vida. Un hombre muy querido en su comunidad. Vivía en el barrio de Cuxtitali, en el municipio de San Cristóbal de las Casas. Pérez Pérez ya había recibido amenazas y denunciado, pero no tenía protección.
Ya había recibido amenazas en Chenalhó, donde había sido párroco durante 10 años y por eso había sido trasladado.
Autoridades estatales prefirieron acusar al padre Marcelo y girarle una orden de aprehensión en su contra desde 2021, acusado por varios habitantes de no hacer nada para evitar la desaparición de 21 hombres, la cual ocurrió 11 meses antes de la orden girada en su contra.
¿Qué podía hacer el sacerdote para brindarle protección a los habitantes de su comunidad? Sin duda, esa responsabilidad es del Gobierno del estado.
Desde el Vaticano, el Papa Francisco, durante el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, dijo: “A la Iglesia de San Cristóbal de las Casas, que llora por el sacerdote Marcelo Pérez Pérez, asesinado el pasado domingo. Un fervoroso servidor del Evangelio y del pueblo fiel de Dios, que su sacrificio, como el de otros sacerdotes asesinados por fidelidad al ministerio, sean semillas de paz y vida cristiana”.
Y contó que el Padre Marcelo era “fervoroso servidor del Evangelio y del pueblo fiel de Dios”.
El pontífice mantiene una cercanía con la comunidad de Chiapas, ya que fue una de las pocas regiones que visitó durante su recorrido por el país en 2016.
La presencia de la Iglesia ha sido muy fuerte en esa zona del país, donde muchas veces lo único que les queda es la fe. La falta de oportunidades, la pobreza y ahora, el crimen organizado, les ha arrebatado a casi toda la gente de esas comunidades prácticamente todo, muchas veces hasta sus propios hijos.
De forma paralela a las palabras del líder católico, la Arquidiócesis Primada de México condenó lo ocurrido con el sacerdote y lo hizo a través del editorial del semanario Desde la Fe, donde advirtió que la comunidad cristiana “enfrenta actos de violencia únicamente por manifestar su fe. Así fue el caso del padre Marcelo Pérez en Chiapas, un símbolo de valentía y compromiso por la justicia”.
Encuentro único
La Arquidiócesis señaló: “Más de 2 mil años después, la persecución de aquéllos que, como Jesús y sus primeros seguidores, luchan por la verdad y la justicia, no sólo sigue vigente, sino que se intensifica en muchas partes del mundo”.
Cuestionó: “¿Cuántos más deben caer antes de que los gobiernos y la sociedad reaccionen? ¿Cuántos más quedarán en el camino por defender la justicia?”.
Esto recordó que además del padre Marcelo, está el caso de los jesuitas Joaquín César Mora Salazar y Javier Campos Morales, quienes fueron asesinados a tiros por hombres armados hace más de dos años en una iglesia en la comunidad indígena de Cerocahui, Chihuahua.
El mensaje de la Arquidiócesis también menciona su unión con la Conferencia del Episcopado Mexicano para exigir que se tomen medidas efectivas para proteger a quienes arriesgan sus vidas por la paz y la justicia.
Lamentablemente, el asesinato del padre Marcelo no es un hecho aislado, como las autoridades chiapanecas quieren hacen ver. Organizaciones civiles han denunciado desde hace seis años la escalada de violencia en ese estado, mientras que especialistas han destacado que los sacerdotes han tenido que fungir como intermediarios en contextos de conflicto y las parroquias han servido como centros de atención comunitaria.
Sólo en San Cristóbal de las Casas operan más de una decena de grupos criminales, como Los Motonetos, que comenzó como un grupo de choque y ahora es una célula criminal, que trabaja con el apoyo de cárteles como el de Sinaloa y el Jalisco Nueva Generación.
Además de estos dos cárteles, en San Cristóbal está identificado el Cártel de Chamula, y en la frontera sur con Guatemala existe el remanente de Los Zetas, así como el Cártel del Noreste, el Cártel Chiapas-Guatemala y diversas agrupaciones que surgieron como guardias comunitarias, algunas de las cuales han mutado a organizaciones criminales y otras que siempre se han dedicado a actividades delictivas.
El pasado mes de agosto estuvimos en el Vaticano y entrevistamos al Sumo Pontífice, quien conoce muy bien la situación de violencia en México y le preguntamos que se podía hacer para tratar de calmar tantas atrocidades.
Papa Francisco (PF): Es importante, sobre todo, el cariño de los padres, mire afuera, mire qué tantos chicos ahí están. El trabajo infantil es impresionante, la explotación de chicos para trabajo es impresionante, hay lugares del mundo donde la esclavitud de chicos es cotidiana, y pensar que si durante un año no se fabricaran armas se acaba el hambre del mundo.
Bibiana Belsasso (BB): El negocio de las armas es muy redituable.
PF: Me decía el ecónomo, hablando de la economía y qué sé yo, hablando de inversiones, que hoy día las acciones que dan más provecho son las de fábricas de armas, por supuesto que es sembrar, no se pueden comprar acciones de ahí porque estás dando tu dinero para matar.
BB: ¿Cómo hacer que la gente sepa lo que hace la violencia, como hay maldad en este mundo que no se repita?
PF: Pues es el juego de la calesita (el juego del carrusel), uno se olvida y es la peor anestesia, olvidarse. Por eso estas cosas a mí me gustan, porque recuerdan algo que pasó muy duro, no es solamente ponerse un pañuelo, es mantener viva una memoria, tenemos obligación de hacerlo.
Como bien dice el Papa Francisco, no nos podemos olvidar de la gente que está sufriendo la violencia cotidiana. No podemos acostumbrarnos a tantos muertos en el país, no podemos vivir anestesiados ante esta realidad.
Mientras en México, la mayoría de las personas se acostumbran y normalizan esta brutalidad en la que vivimos, desde Roma, el Papa Francisco nos recuerda que fue asesinado el padre Marcelo Pérez y que hay comunidades que están llorando lo que sucede.