Los resultados de las elecciones primarias en Uruguay, el pasado fin de semana, dejan un sabor amargo en las izquierdas suramericanas. Como comentamos hace unos días aquí, se daba por descontado el triunfo del Frente Amplio en la contienda, pero se esperaba un resultado cercano o superior al 50%, lo cual habría evitado una segunda vuelta.
El 43% obtenido por la mítica formación de la izquierda uruguaya, que encabezaran Tabaré Vázquez y José Mujica, y que ya gobernó Uruguay por 15 años consecutivos en el siglo XXI, resulta insuficiente y peligroso para una segunda vuelta. Tan sólo los votos del 27% del Partido Nacional y el 16% del Partido Colorado colocan a las derechas en la perspectiva de asegurar la continuidad.
Frente a la fórmula de Yamandú Orsi y Carolina Cosse se armará una coalición de derechas al mando de Álvaro Delgado Ceretta. Este veterinario de 55 años ha sido secretario de la presidencia de Luis Lacalle Pou, desde la que se ha distinguido por una gran capacidad de diálogo con la izquierda de la nueva generación del Frente Amplio, algo rarísimo en América Latina hoy.
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En su campaña, Delgado mostró especial cuidado en diferenciarse de las nuevas derechas más extremistas, en América Latina, que personifican, con sus matices, políticos como Javier Milei, Jair Bolsonaro, Daniel Noboa y Nayib Bukele. A diferencia del candidato colorado, Andrés Ojeda, que mostró simpatías por esos políticos, Delgado se ha acercado a posiciones de la política social de la izquierda.
Durante su campaña, Delgado insistió en que su gobierno haría frente a los problemas de la infancia, el cuidado, la educación y la salud pública. A la vez, el candidato oficialista dejó claro su continuismo en las líneas centrales de la política económica e internacional, desempañada por el gobierno saliente de Lacalle Pou, quien cede su relativa popularidad al proyecto del sucesor.
Hasta ahora, la estrategia del Frente Amplio ha sido encarar con moderación y centrismo una coyuntura electoral con fuerte carga de lógica continuista. Habrá que ver qué sucede de aquí a la segunda vuelta, pero no sería descartable una mayor polarización en busca del voto indeciso.
En las bases más radicales del Frente Amplio es visible un malestar por el intento de dotar a Orsi, un historiador de enseñanza pública, de un perfil empresarial, con el fin de atraer al gran capital y, a la vez, sustraer votos a la derecha. Los críticos de izquierda a esa estrategia atemperadora argumentan que por el camino se pueden perder zonas del voto popular.
Sobre todo, en un segmento de bajos ingresos, afectado por la falta de programas sociales del actual gobierno, esa apuesta de la izquierda por el centrismo puede resultar costosa. Del lado oficial, un punto vulnerable es el crecimiento de la inseguridad, la indigencia y el mercado de la droga, en una sociedad con índices más bajos que los de la media latinoamericana en ésos y otros deterioros del tejido social.