ENTREPARÉNTESIS

El poema de Kipling a su hijo

Julio Trujillo
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Julio Trujillo *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: Imagen: La Razón de México

Hay poemas que mueren de éxito, que las generaciones declaman hasta el desgaste o que imprimen en tarjetas postales hasta que son sólo tinta, frases hechas. Paseando por el sub-sub-género de la lírica de temática filial, no puedo evitar la molesta comparecencia de uno de los poemas más citados de la lengua inglesa: “If”, de Rudyard Kipling.

Aunque, en efecto, el interlocutor de ese celebérrimo texto es el hijo de Kipling, John (a quien volveremos), es de hecho un tributo a la figura de Leander Starr Jameson, quien en 1895 encabezara un golpe fallido para deponer el liderazgo bóer de Paul Kruger en la República Sudafricana. La escaramuza de los mercenarios de Jameson agravó las tensiones entre el Reino Unido y los bóer, lo cual desembocó en la Segunda Guerra Anglo-Bóer. Ese mismo año, inspirado por Jameson, Kipling escribió el poema, sin sospechar que se convertiría en un emblema del estoicismo de la era victoriana. El tono es de consejo paternal, e incluye líneas que todos conocemos, como: “Si te encuentras con el Triunfo y la

Derrota, / y a estos dos impostores los tratas de igual forma”… El propio Kipling declaró sobre la ubicuidad de su poema: “La mecanización de la época convirtió al poema en una bola de nieve que me sorprendió. […] Se imprimió en tarjetas para colgar en oficinas y habitaciones y se antologó hasta el hartazgo. Veintisiete de las naciones de la Tierra lo tradujeron a veintisiete lenguas y lo imprimieron en todo tipo de superficie”…

Pero el hijo al que Kipling se dirige en “If”, siendo John, es más bien genérico, simbólico. El John Kipling real desapareció en combate en la Batalla de Loos, en el norte de Francia, en 1915. Gracias a la fama de su padre, Premio Nobel de Literatura, el teniente de 18 años fue probablemente el soldado más buscado de la Gran Guerra. Rudyard Kipling movilizó todos los recursos posibles, involucrando a la realeza e incluso distribuyendo hojas mimeografiadas detrás de líneas enemigas preguntando por su hijo. Kipling y su esposa visitaron todos los hospitales y se entrevistaron con cientos de soldados, sin resolver nada. Un testigo le confesó a un amigo que un proyectil había estallado sobre la cabeza de John, destruyéndole la quijada y dejándolo “aullando de dolor”. Pero el amigo nada les dijo a los afligidos padres. El ataúd de John permaneció vacío. Su padre, entonces, escribió el verdadero poema dedicado a su hijo, no el patriótico “If” cuajado de lugares comunes sino el muy conmovedor “My Boy Jack”, cuya primera estrofa reza:

“¿Tienen noticias de mi hijo Jack?

No con esta marea.

¿Y cuándo piensan que regresará?

No con tal viento ni con tal marea.”

La muerte del hijo asoma en más textos y poemas de Kipling, particularmente en sus “Epitafios de la Guerra”, con poemas como “El hijo”, “El hijo único” y éste, titulado “Common Form”:

“Si te preguntan por qué murieron diles:

porque sus padres les mintieron.”

Es cierto que Kipling fue una pluma del imperio, pero aquí y allá encontramos asomos antibélicos cuya semilla, y cómo no sentir empatía, fue la desaparición de su hijo en la brutal Primera Guerra Mundial.

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