Ayer fue un día clave a ambos lados del río Bravo. Para México, por la discusión en la Suprema Corte de Justicia de la Nación de la invalidez de la regresiva reforma al Poder Judicial.
Y, para Estados Unidos, por la elección general, con el foco de atención en la contienda presidencial entre Kamala Harris y Donald Trump. Un día clave para la región, para la relación bilateral entre ambos países y, por el impacto de la elección presidencial de la que se trata, para el mundo entero.
La discusión del proyecto del ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá fue, sin escatimar adjetivos, la más trascendente e histórica decisión que la actual integración de la Suprema Corte, próxima a desaparecer. Venía acompañada por una grave indignación y preocupación de buena parte de la ciudadanía por el acelerado deterioro institucional y democrático que está experimentando el país, en aras de consolidar una hegemonía que cada vez exhibe mayores rasgos autoritarios. El proyecto —que finalmente no alcanzó la mayoría de votos necesarios— llevaba en su naturaleza la enorme virtud de tratar de resolver los aspectos más nocivos y tóxicos de la reforma judicial impulsada por el Poder Ejecutivo y aprobada por el Legislativo. En un momento tan dramático, su principal virtud, desde lo jurídico, fue el apego a derecho y al orden constitucional y, desde lo político, el proponer una solución transitable para salvaguardar la carrera judicial y la autonomía de uno de los poderes del Estado. Una solución política, pero apegada a derecho, para salvaguardar lo más posible al Poder Judicial. En un mundo donde lo deseable se confronta con lo posible, la propuesta buscó darle una salida al oficialismo para saciar su sed de venganza. Se sucede, pues, otro mal día para la democracia constitucional mexicana.
Valencia sufre bajo el agua
Allende la frontera norte, la campaña de la elección presidencial de Estados Unidos ha sido, cuando menos, trepidante. Baste recapitular, entre otros aspectos, la generosidad y el sentido político de Joe Biden, que lo llevó a tomar la decisión de no buscar su reelección; que se esté postulando un delincuente, Trump, con sentencia firme condenatoria por diversos delitos, más los casos aún pendientes por resolver judicialmente; que haya ocurrido el atentado que se saldó con un disparo en la oreja, en el acto de campaña de Butler (que —penosamente para muchos analistas— en ese momento representó inequívocamente un punto de inflexión a favor del candidato republicano); y el impactante desempeño de Harris para regresar a los demócratas a competir en la contienda más cerrada en la historia contemporánea de las elecciones en Estados Unidos.
Es mucho lo que está en juego en esas elecciones para México y para todo el mundo. También es cierto que no hay que romantizar un posible triunfo de Harris como un beneficio inequívoco para nuestro país. Es indudable que también la plataforma demócrata puso un énfasis importante en la corresponsabilidad de nuestro país en el tema migratorio, aspecto central en ambas campañas electorales. Desde luego, no cabe la menor duda que es a todas luces más indeseable un triunfo del misógino, populista, demagogo, xenófobo, antidemocrático, nativista y todo aquello que no es diagnóstico, sino realidades ya vistas con Trump en la presidencia estadounidense.
Al momento de redactar estas líneas, no hay claridad contundente sobre el resultado de la elección en Estados Unidos, por lo que en siguientes entregas se abordará con la debida profundidad.