La sorpresa no fue el triunfo del candidato presidencial Donald Trump. En efecto, las encuestas señalaban una contienda muy cerrada frente a la actual vicepresidenta Kamala Harris. Lo que no estaba en los cálculos de la mayoría fue el nivel del triunfo. Por primera vez, desde 2004, el candidato republicano venció en el voto popular, aunado a la obtención de una mayoría legislativa que le permitirá gobernar en solitario y la posibilidad de nombrar a 3 ministros de la Suprema Corte.
Trump tendrá un poder casi absoluto, únicamente comparable con el de la Presidenta mexicana.
El discurso populista logró convencer a buena parte del electorado que se siente poco representado por la élite gobernante en Estados Unidos. Trump planteó un escenario distópico en donde el país que era considerado el faro del mundo se estaba tambaleando frente a una crisis económica, cultural y demográfica que le hizo sentido a la mayoría del electorado. Su personaje, como un líder antisistema, triunfó sobre sus no pocos aspectos negativos como ser un criminal condenado, haber intentado un golpe de Estado durante las pasadas elecciones o prometer actuar como “dictador” desde su primer día en la Oficina Oval.
Uno de los aspectos sorprendentes de la jornada fue el electorado latino. Trump aumentó en 13 por ciento su apoyo alcanzando el 45 por ciento del voto de esa comunidad, logrando el mejor resultado en la historia para un candidato republicano. Existen tres temas que pueden explicar esto. En primer lugar, la economía era el tema de mayor interés para ese grupo y Trump logró convencerles de que actuaría mejor que su contendiente. En segundo lugar, el Partido Demócrata ha sido consistente en relegar a la población latina considerándola como un “voto duro” del partido bajo el argumento de que los gobiernos republicanos siempre serían peores. Desde hace algunos años existen movimientos políticos al interior de la comunidad que han llamado a votar por candidaturas republicanas, para dar una lección a los demócratas y finalmente ser tomados en cuenta como un grupo relevante para el partido. Por último, existe un fenómeno antinmigrante de una buena parte de migrantes que han obtenido la ciudadanía recientemente. Paradójicamente, los nuevos ciudadanos se vuelven conservadores y rechazan la migración que podría afectar sus intereses. El discurso de Trump, a pesar de que ofendía sus países de origen y seguramente a buena parte de su círculo, atendía esa posición.
Como en el caso mexicano, Estados Unidos inaugurará un nuevo estadio político en donde las instituciones democráticas estarán bajo amenaza. No es exagerado pensar que nunca, en los casi 250 años de democracia, Estados Unidos ha estado en mayor peligro de una involución democrática.