En México, el gran martes de la Suprema Corte y la reforma al Poder Judicial se apagó en unas horas. El famoso plan C de AMLO cosecha frutos.
En Estados Unidos, el martes que presagiaba unos comicios tan cerrados que sus resultados podrían tardar días amenazando romper instituciones y asomarse a la violencia bajo pretextos y enunciados democráticos, se esfumó pasada la medianoche.
Aquí, la 4T, allá la 2T (segundo piso para Trump) ganaron sin despeinarse.
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Las expectativas aquí y allá sucumbieron ante golpes de realidad. Los hechos derrotaron una vez más a los tsunamis, aquí y allá, de sesudos análisis, opiniones y proyecciones catastróficas.
La opinocracia más influyente, poderosa, pero minoritaria, tanto aquí como allá, falló otra vez.
La reforma al Poder Judicial va. La elección de los próximos jueces, ministros y magistrados prefectos de nuestra justicia, va. En junio de 2025 la mitad y, la otra, en el 2027.
Así como para reformar en el Legislativo hubo Yunes, para tirar la última línea de defensa hubo un Pérez Dayán. La sospecha con algo de injuria ante la falta de pruebas, acompañará de por vida a estos actores de la vida pública.
Como sea, no hubo freno ni mandato, por lo tanto, tampoco un desacato del Ejecutivo, ese choque que pondría al país en la mira del mundo por el desmoronamiento de certezas elementales para vivir acá, para invertir acá.
Como no sucedió en 2018, con el contundente triunfo de AMLO y la 4T. Un nuevo régimen que se instauró a golpe de narrativa, ocurrencias e improvisaciones. Y sin embargo, mucho tino demostró cuando este año la 4T arrolló de nuevo a una oposición desprestigiada, desarticulada e incapaz.
En 2016, el mundo vio lo impensable, a un impresentable magnate y narcisista ganando la elección presidencial. Desplantes, mentiras, muros y amenazas marcaron un primer periodo T que no pudo refrendarse hace cuatro años.
Sus fechorías fiscales y judiciales no descarrilaron a un Trump que aplastó al presidente Biden y lo echó de la contienda. Allá como aquí, los representantes de lo moralmente correcto y progresista improvisaron una candidata para cien días de campaña.
El folclórico superviviente de atentados ganó todo: Casa Blanca, Senado, Representantes y voto popular. Trump, como la 4T, habló a sus bases, a sus beneficiarios que son la mayoría. Allá y aquí.
La insistencia en juzgarlo desde la superioridad ilustrada, incluyente y fraterna, distorsiona al periodismo, sus géneros y al público. Aleja a los medios de sus destinatarios originales.
¿Qué los pueblos se equivocan? Digamos que sí en función de prejuicios aparentemente válidos. O no, si observamos cómo las instituciones nacionales y los contrapesos fácticos modulan las acciones de estos modernos Atilas que, por donde pisan, se supone, la vida no vuelve.
Se acabaron los días D y aquí estamos; sin éxodos, sin debacle económica o social. Con mercados en ascenso, monedas estables y mensajes que expresan la voluntad de atenerse a los hechos. Como siempre.