Inmediatamente después de conseguir la victoria, Donald Trump anunció que será el presidente de la paz. Para Ucrania esto son malas noticias, pues, sin la ayuda militar y económica de Estados Unidos, Kiev tendrá que claudicar ante Rusia y terminará, probablemente, a cambio de la “paz” de Trump, cediendo todo el territorio que Rusia ha logrado conquistar desde que inició la guerra y la isla de Crimea.
Para Medio Oriente, sin embargo, los efectos de la victoria de Trump son más inciertos.
Durante su campaña, Trump vendió dos historias distintas al electorado judío y a los votantes musulmanes en Estados Unidos. A unos prometió estar incondicionalmente del lado de Israel e incluso llamó “locos” a los judíos que no votaran por él (al final 78 por ciento de judíos votó en su contra). A los otros les prometió que sería el presidente de la paz, diciendo que la victoria de Harris conllevaría a la muerte de “miles de musulmanes”. Sin embargo, como lo sabemos bien, las promesas de campaña de Trump valen poco o nada.
El rosario de la carta falsa
Trump ha dejado en claro tanto públicamente como en privado, en conversaciones con el primer ministro de Israel, Netanyahu, que espera que el conflicto en Gaza y en Líbano concluya antes de que empiece su segundo mandato en enero de 2025. Trump no quiere que esta guerra defina su presidencia y prefiere empezar su mandato con un Medio Oriente más estable. Esto son buenas noticias para la región, pues Netanyahu, que mintió y manipuló al presidente Biden sin pensarlo dos veces, teme la ira
de Trump.
En una serie de entrevistas después de que Biden ganara, Trump hizo pública su animosidad hacia Netanyahu, mostrándose molesto en particular por la llamada de Netanyahu unos días después de la victoria de Biden para felicitarlo. Biden fue también el chivo expiatorio perfecto para Netanyahu para tratar de justificar cualquiera de sus políticas que estuviera en contra de los deseos de su coalición de ultraderecha, “es culpa de Biden” les dijo una y otra vez. Esto se acabó. Por último, Trump y su familia tienen intereses económicos en el golfo Pérsico y buscarán complacer a Arabia Saudita, Emiratos y Qatar.
En resumen, Netanyahu tiene pocos meses para llegar a un acuerdo si no quiere enfrentarse al nuevo presidente. No obstante, la victoria de Trump podrá tener consecuencias negativas para el futuro de Israel y, con ello, de la región entera. Desde hace dos años, Netanyahu y su coalición han tratado de avanzar una serie de reformas al Poder Judicial para obtener el poder absoluto y acabar con la democracia israelí. Los dos motivos por los que este proyecto no ha tenido éxito fueron la enorme valentía del pueblo israelí y el compromiso inamovible de Biden
con el pueblo israelí y su democracia. Sin Biden, es posible que Netanyahu tenga éxito en su misión de acabar con el sistema de contrapesos en Israel. A Trump le interesa la paz para garantizar estabilidad en su gobierno y el éxito de sus negocios. La democracia, tanto en Estados Unidos como en cualquier otra parte del mundo, no le podría importar menos.