MARCAJE PERSONAL

Los puentes de Ifigenia Martínez

Julián Andrade
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Julián Andrade *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Ifigenia Martínez podría definirse como una política constructora. Con una visión amplia, atesoraba una capacidad especial para tejer relaciones y establecer compromisos.

Nada más lejano a sus reflejos que las posiciones dogmáticas o la descalificación de los adversarios.

Creía en la riqueza de la pluralidad democrática, acaso porque se enfrentó a las visiones hegemónicas y de partido dominante.

Dos chispazos de su biografía se pueden apreciar en su participación como diputada constituyente en la Ciudad de México y la presidencia, aunque muy breve, de la Cámara de Diputados en esta legislatura, al grado de que entregó la banda presidencial a Claudia Sheinbaum, la primera mujer titular del Ejecutivo.

Fundó, con Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo la Corriente Democrática del PRI que, con el paso de los años, se convertiría en uno de los catalizadores del cambio en nuestro país.

El periodo que comprendió la transición democrática no es explicable sin personajes que, como ella, arriesgaron posición, estabilidad y tranquilidad en aras de la construcción de un país con menor desigualdad y mayores libertades.

Martínez convergió así, con liderazgos de la izquierda, la derecha y del propio priismo, que estaban empeñados en establecer el armado institucional que hiciera posible el advenimiento de reglas que permitieran la disputa por el poder en condiciones adecuadas.

Esto es muy relevante, porque aquella experiencia lo que muestra es que sólo a partir del diálogo y del consenso, es como se pueden consolidar trasformaciones que prevalezcan en el tiempo.

El proceso de democratización no habría llegado a buen puerto sin la disposición de quienes tenían el poder y la inteligencia de los opositores, para lograr que la gradualidad se convirtiera en un pivote, en el empuje que significó uno de los periodos reformistas más relevantes de la historia.

Martínez dirigió la Escuela Nacional de Economía de la UNAM, en una época especialmente compleja, ya que su periodo inició en 1966 y concluyó en 1970.

Decirlo suena sencillo, pero no hace medio siglo, cuando las mujeres se abrían paso con dificultades, y más en ambientes políticos y académicos.

Por eso, entre otros motivos, la UNAM le rindió homenaje y en su escuela.

El rector Leonardo Lomelí, que también dirigió Economía, hizo énfasis justamente en la capacidad de Martínez para construir puentes.

“Luchó por hacer de este país un país mejor, un país democrático, un país con una distribución del ingreso más justo, pero un país en el que la política sirviera para beneficiar al pueblo, buscando acuerdos, buscando consensos.”

El 1 de octubre, Martínez tenía preparado un mensaje, ya no lo leyó, porque se quedó sin aliento en la tribuna de San Lázaro, pero queda como una lección para el presente: “Hoy, más que nunca, necesitamos tender puentes entre todas las fuerzas políticas, dialogar sobre nuestras divergencias y construir, juntas y juntos, un país más justo y solidario”.

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