“El Holocausto no empezó con las cámaras de gas, sino con el discurso de odio contra una minoría…”, describe un documento de la Organización de las Naciones Unidas, que enumera y analiza crímenes históricos atroces cuyo origen fue el discurso de odio.
Ése del que tanto se ha escrito e investigado, por su diseño efectivo para envenenar el pensamiento y el alma de quien lo escucha, con la intención de que a su vez, lo aprenda y replique.
Lo mismo de forma oral o escrita, utiliza un lenguaje peyorativo o discriminatorio hacia una persona o grupo en función de lo que es por religión, etnia, nacionalidad, raza, género, ideología u otras formas de identidad.
Murat y la 4T, el mundo al revés
Aunque nos suene lejano, en México no somos ajenos a los efectos de este fenómeno y sus consecuencias nos han acompañado cada vez con más fuerza en los últimos años.
En octubre de 2023, un juez federal ordenó al presidente López Obrador, “sin invadir el ámbito de facultades de la autoridad responsable Presidente de la República, se abstenga de realizar expresiones que puedan contener un discurso de odio” hacia los manifestantes del Poder Judicial de la Federación.
En agosto pasado —en la recta final de su administración— cerca de mil integrantes del Poder Judicial de la Federación le pidieron en un manifiesto frenar las menciones negativas en su contra, que eran ya una constante en sus conferencias mañaneras.
“Ya existen manifestaciones públicas invitando abiertamente a agredirnos físicamente, poniendo en riesgo nuestra vida e integridad personal y familiar”, decía el texto.
Han pasado casi tres meses de aquello, los ataques nunca cesaron y lo demás ya es historia. Pero lo áspero en lo político, lo legislativo y judicial, es apenas una de las consecuencias de lo que un clima tan polarizado genera.
En lo social tenemos cada vez peores noticias, porque la normalización de ciertas formas de violencia no sólo afecta a grupos de poder, también llega a grupos mucho más vulnerables.
El informe “Discurso de Odio y Orgullo LGBTIQ+ en la conversación digital”, de la consultora Llorente y Cuenca, revela que México registró un aumento del 38.77% de mensajes en contra de la diversidad sexual en los cuatro años anteriores.
Sólo en 2023, la organización Letra S reportó 66 asesinatos de personas LGBTI+ con relación a lo que denominan violencia por prejuicio. Pero no es el único grupo, la ira y el enojo contagió hace mucho también a la población más joven del país.
Un ejercicio elaborado por el Dr. Juan Carlos Mendoza Pérez del departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM, reveló que más del 25% de los estudiantes en México ha sido víctima de acoso escolar y el 18.4 % se ha relacionado como agresor.
“43% de quienes ejercían violencia presentaban síntomas depresivos y 51% de estos adolescentes puntuaron elevados para la ira como rasgo”, arrojó este estudio realizado con jóvenes de entre 12 y 16 años.
“De las víctimas de acoso, el 44% obtuvo puntuaciones significativas para rasgos depresivos y el 34% presentaba niveles elevados para ira como rasgo”, describe también.
La sociedad mexicana vive una época particular de enojo y ansiedad que se refleja claramente en los más jóvenes, cuyo presente parece estar en riesgo constante.
Hace unos días supe del caso de una joven de 14 años que fue atendida de emergencia en la escuela a la que acudía, luego de participar en un “reto viral para ver quién aguanta ingerir más clonazepam”, un medicamento psiquiátrico que requiere supervisión médica.
Por otro lado, el caso de Melanie, la joven tamaulipeca de sólo 20 años que fue salvajemente golpeada por su novio enloquecido durante una fiesta, es un reflejo brutal de la situación peligrosa en la que una parte de la juventud mexicana se encuentra.
El agresor, Christian “N”, estudiante de medicina, no pudo controlar su ira y consecuencia de ello muy probablemente verá su vida personal y profesional trunca, una vez que sea encontrado y sentenciado por lo que hizo.
El dato más desolador lo dio el Instituto Nacional de Estadística y Geografía a finales de octubre de 2023, al presentar las Estadísticas de Defunciones Registradas en 2022, que reveló que la primera causa de muerte en los jóvenes de 15 a 24 años, no fueron las enfermedades, sino los homicidios dolosos con 6 mil 533 crímenes.
No es exagerado decir que de nuestras muchas heridas como sociedad, los discursos de odio, cada vez más comunes, e incluso aquellos generados desde los liderazgos políticos, impactan en los más vulnerables en forma de rabia y frustración, que permea en esta sociedad que se ha ido desconectando de sí misma, perdiendo la capacidad de comunicarse sanamente y en los peores escenarios, llevándose una vida
como trofeo…