APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

Jean Meyer y el movimiento estudiantil

Jean Meyer en una imagen de archivo
Jean Meyer en una imagen de archivo Foto: literalmagazine.com

Ahora que el activismo universitario crece a nivel global, con reivindicaciones y demandas de igualdad e inclusión, así como de rechazo a la guerra en Gaza, vale la pena regresar a los debates sobre el movimiento estudiantil en América Latina, durante los años 60, y específicamente a algunas polémicas relacionadas con el 68 francés, estadounidense y mexicano.

En ellos ocupa un lugar poco reconocido un ensayo del historiador Jean Meyer, aparecido en 1969 en la revista parisina Esprit, que sería de los primeros textos en colocar al movimiento estudiantil en México dentro de un contexto histórico latinoamericano. La revista Esprit, entonces dirigida por Jean-Marie Domenach, había sido fundada por el católico de izquierdas, Emmanuel Mounier, creador de la corriente del “personalismo comunitario”. A fines de los años 60, justo cuando Meyer publicó su artículo, la revista era cercana a las ideas autonomistas de Iván Illich, fundador del Centro Intercultural de Documentación (CIDOC) en
Cuernavaca, en 1966.

Meyer, que por entonces realizaba sus investigaciones sobre la guerra cristera en El Colegio de México, vivió de cerca el 68 mexicano, especialmente el activismo universitario en el Colmex, la UNAM y el Politécnico. Su ensayo, “El movimiento estudiantil en América Latina”, apareció en Esprit en mayo de 1969, al cumplirse el primer aniversario de los sucesos parisinos.

El texto comenzaba recapitulando la tradición del autonomismo universitario y la politización juvenil, que remontaba al Manifiesto Liminar de Córdoba, Argentina, en 1918, redactado por Deodoro Roca y firmado por los miembros de la Federación Universitaria de ese país. Como ha recordado Nicolás Dip en sus estudios sobre el movimiento estudiantil latinoamericano, en el 68 los jóvenes tenían muy presente aquel documento fundacional, dado a conocer seis décadas atrás.

Lo primero que llama la atención del ensayo de Meyer es que adopta una posición crítica frente a los discursos que atribuían a los estudiantes una gran capacidad de transformación revolucionaria. No negaba el historiador el papel de los universitarios en muchas revoluciones y populismos latinoamericanos, como el peronismo y el varguismo, las revoluciones boliviana y cubana o las movilizaciones contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, en Venezuela, o contra la asonada militar que derrocó a Joao Goulart en 1964 en Brasil. Pero dudaba que los estudiantes, por sí solos, pudieran decidir un cambio de régimen.

Decía Meyer que el “movimiento estudiantil argentino desde 1918” había sido “poderoso”, llegando a reunir unos 80,000 integrantes tan sólo en Buenos Aires. Pero objetaba a ese movimiento la incapacidad de crear una alianza eficaz con otros sectores, que impidiera el golpe militar contra el presidente Arturo Umberto Illia, en 1966, a pesar de las fuertes conexiones que la izquierda estudiantil tenía a través de la naciente OCLAE y otras asociaciones latinoamericanas.

De esa observación se desprendía no sólo un temprano y heterodoxo cuestionamiento de la lógica autonomista o gremial de la izquierda estudiantil, sino una curiosa inclinación a distinguir revoluciones y populismos en América Latina y a advertir el papel a veces progresista de los ejércitos, especialmente en Los Andes, que hoy son de consenso en la historiografía.

A pesar de aquella heterodoxia, el ensayo de Jean Meyer en Esprit era clarísimo en su responsabilización del presidente Gustavo Díaz Ordaz y del secretario de la Defensa Nacional, general Marcelino García Barragán, en la masacre de Tlatelolco. Por esa crítica, el joven historiador francés fue expulsado de México por “extranjero pernicioso”. Cuatro años después, en 1973, regresaría, gracias a gestiones de Daniel Cosío Villegas, y comenzaría, con la edición de La Cristiada en Siglo XXI, su larga y fecunda trayectoria intelectual en México.

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