Vivimos días difíciles: el panorama político global se encuentra polarizado y tirante; la brújula moral ha perdido el norte; la normalización de la violencia marca la pauta de los chirriantes sonidos de la sinfonía de nuestros días, acompañados por voces mentirosas, propaganda y noticias falsas.
Pareciera que frente al imperio del autoritarismo y la barbarie, los ciudadanos —presas del desasosiego— hubiéramos bajado los brazos. Pero no podemos quedarnos sordos ni ciegos frente a una violencia que hoy acecha a unos y, que nadie lo dude, mañana a cualquiera de nosotros.
Frente a este escenario, cobra vigencia el libro El canario en la mina, de Cecilia Denot (Zorzal, 2023). El título recupera la práctica de las minas durante el siglo XIX y principios del XX en donde, para detectar la presencia de gas grisú —gas metano y dióxido de carbono—, los mineros ponían a un canario que, frente a la alta concentración, se desvanecía o moría; esto advertía a las personas para que pudieran abandonar el sitio y, con ello, evitar sofocaciones y desmayos que causaran daños a su salud; advertía también del riesgo de explosiones.
Una aclaración y un extra significativo
Denot sostiene que el antisemitismo funciona como el
canario en la mina, pues es un signo de que la barbarie,
el odio y el extremismo avanzan en todos los niveles de la sociedad. Y tiene razón. Los detestables actos de antisemitismo del 7 de octubre de 2023 a la fecha han sido la alerta que anuncia la llegada de los neofascismos.
A vuelo de águila, los gobiernos de Giorgia Meloni —en Italia—, de Daniel Ortega —en Nicaragua—, de Nayib Bukele —en El Salvador—, de Nicolás Maduro —en Venezuela—, entre otros, no se avergüenzan de mostrar un talante autoritario. Y, contrario a lo esperado, los ciudadanos los celebran, los alaban, los votan y los reeligen.
La victoria de Donald Trump y de tantos otros líderes autoritarios, arropados por poderosas mayorías con claras intenciones autoritarias, pone de manifiesto que los días de la democracia liberal —de finales del siglo XX— ha sido puesta en pausa —personalmente, me resisto a firmar su acta de defunción—.
El espectro económico —izquierda o derecha— se ha vuelto irrelevante, pues los neofascistas se han colado en todas las corrientes políticas y sociales; lo común a todos es su posicionamiento de confrontación, de ataque y de falta de respeto por el Estado de derecho: por la libertad y por la dignidad de todas, absolutamente todas, las personas de este mundo.
De vuelta a la metáfora del canario, los ambientes sociales autoritarios atacan, en primer lugar, a las minorías y a los grupos débiles; pero, que no se nos olvide, la toxicidad en la mina causa también explosiones que acaban con la estructura entera.
Y ésos son nuestros tiempos. En los que tendremos que hacer la vida con libertades recortadas y derechos en entredicho; con más miedo que confianza; pero con la valentía de saber que somos muchos los que denunciaremos las arbitrariedades, los abusos y no daremos la espalda al respeto por la humanidad. Yo decido no callarme: condeno sonora y rotundamente los ataques antisemitas.