En las últimas tres semanas salió a la luz que una serie de personajes vinculados al primer ministro Netanyahu, incluyendo al mismísimo jefe de su gabinete, Tzachi Braverman, se encuentra bajo investigación no sólo en la policía sino en el servicio de seguridad interna y en el ejército por crímenes que, de ser ciertos, apuntan nada más ni nada menos que a la creación de una maquinaria de traición a la patria.
Tal vez por el revuelo de las elecciones en Estados Unidos, o tal vez porque la prensa internacional está ya cansada de cubrir escándalo tras escándalo en el gobierno de Netanyahu, estas noticias pasaron desapercibidas fuera de Israel. Sin embargo, se trata de una serie de crímenes que podrían inculpar, en su conjunto, al primer ministro de Israel de haber tratado de manipular la verdad histórica de lo que sucedió el 7 de octubre y de crear una maquinaria oculta para tratar de manipular la opinión pública israelí, poniendo en riesgo, según las palabras del juez, la vida de soldados y rehenes y la seguridad de la nación.
Esto es lo que sabemos por el momento. Se trata de una serie de acciones (posibles crímenes) y no de eventos aislados. En primer lugar, uno de los voceros del primer ministro se encuentra detenido en los cuarteles del servicio de seguridad interior ya más de tres semanas. Según lo que ha revelado la prensa israelí, este personaje, que falló los exámenes de seguridad necesarios para trabajar para el primer ministro y aun así recibió el trabajo, robó documentos del ejército y del gabinete de seguridad para infiltrarlos a la prensa nacional e internacional de manera rutinaria. Cada vez que la presión del público israelí para llegar a un cese al fuego y a un acuerdo de liberación de los rehenes incrementaba, mágicamente aparecían en la prensa una serie de revelaciones cuyo objetivo era justificar la negativa de Netanyahu para llegar a un acuerdo. Por ejemplo, una supuesta carta del entonces líder de Hamas, Sinwar, que nadie sabe con certeza quién escribió, en donde supuestamente decía que los manifestantes israelíes fortalecían su posición en las negociaciones.
En segundo lugar, otra investigación, independiente de la primera, apunta a la manipulación de protocolos de guerra tan sólo horas después del 7 de octubre. Desde aquel fatídico día, Netanyahu le ha dicho al público israelí que nadie le informó sobre un posible ataque de Hamas, a pesar de que los cuerpos de Inteligencia recibieron distintas alertas. Aunque hasta el momento la prensa no ha reportado más datos, pues las cortes se lo han prohibido para no interrumpir la investigación, el simple hecho de que el jefe de gabinete de Netanyahu esté bajo investigación es escandaloso. Mientras el país vivía sus momentos más difíciles, parece que el equipo del primer ministro tenía otro objetivo en mente, salvar el pellejo de su jefe. Según la prensa, otra línea de investigación es que la oficina del primer ministro tiene en su poder videos privados de funcionarios del ejército que ha estado utilizando para manipularlos.
Sin importar qué es lo que revelen las investigaciones, Netanyahu dirá que no sabía, que no fue él y tratará de culpar a quienes tan sólo hace unos días estaban en su círculo más cercano. La verdad, sin embargo, sale siempre a la luz, por lo menos en perspectiva histórica.