ENFOQUE MANUAL

No hay dolor que duela menos

Laura Garza
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Laura Garza *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Un conflicto que lleva más de 76 años entre Israel y Palestina, una guerra que pareciera no tener fin, un ataque tras otro ataque, un misil y otro de vuelta, el cuerpo de un soldado y cientos de cuerpos de civiles, un territorio que cuenta con barrios exclusivos y diversidad cultural y otro que se llena de escombros y se pinta de gris.

Un conflicto que se engrandeció desde octubre del 2023 tras los ataques de Hammas y grupos armados palestinos en el sur de Israel. Con actos inhumanos, atroces y sanguinarios mataron a más de 1,200 personas, Israel contestó ante la defensa de los suyos y le rescate de los casi 250 israelíes secuestrados.

Territorios limitados, con fronteras que los hacen tan diferentes que solo queda matarse entre sí. Por supuesto, todo es más profundo que estas líneas porque la lucha entre Israel y la Franja de Gaza no tiene, ni tendrá solución.

En el sentido físico y tangible entre los dos estados, las diferencias pueden ser enumeradas y clasificadas. Pero cuando hablamos de lo intangible, como el dolor no podemos darle más peso a uno u otro, es imposible apoyar más un rostro que otro, o creer que el cuerpo sin vida de un niño palestino duele mucho, pero el ver uno israelí duela más.

¿Cómo se clasifica el dolor? ¿El dolor sabe de razas? ¿El dolor sabe de religión? ¿El dolor nos duele más de un lado de la frontera que del otro?

La ONU estima que más de 2.1 millones de personas han sido desplazadas en Gaza, más de 41mil muertos y 95mil heridos del lado de Palestina.

Del lado contrario, el Ejército israelí ha perdido a más de 677 soldados, de los cuales 322 murieron durante la ocupación terrestre de Gaza.

Eso como contexto, como tener un poco. De elementos tangibles: un texto, datos y estas dos fotografías.

En la primera vemos a soldados del Ejército israelí durante de su compañero Itay Marcovich, en el centro de Israel, quien murió durante la invasión terrestre del Ejército en el sur de Líbano.

No hay dolor que duela menos
No hay dolor que duela menos

El momento de dolor que retrata el fotoperiodista Ohad Zwigenberg traspasa la mirada y nos duele. El sol y su calidez, como una especie de vínculo con el soldado que coloca su mano en la frente. Su rostro de dolor, quizá de impotencia ante un momento como este, porque hoy fue su compañero, mañana puede ser él.

Una guerra que se les mete hasta las venas, que el odio, la venganza y la tristeza más profunda les recorre el cuerpo y el alma. Ellos con su cuerpo firme, con su mirada dura, también se rompen y en la foto los vemos rotos.

A su lado izquierdo otro soldado llora como un niño pequeño, al frente tenemos a un compañero que con los ojos rojos, endurece su rostro y se mantiene reacio a romperse, y a su derecha, el joven lleno re preguntas, quizá engendra mayor venganza.

El fotógrafo vio el dolor, lo miró en el chico y el sol lo hizo más real.

¿Duele? sí, duele.

Y si cruzamos la frontera, esa por la que hay un enorme conflicto, nos topamos con otra imagen que tiene sonido imaginativo. El ojo del fotoperiodista Abdel Kareem Hana que de cuclillas con su cámara y con el aguante de quien tiene gente a su alrededor que grita, que alarea frente al cuerpo de un pequeño que ha muerto por un ataque israelí fotografía el dolor que no viste de verde.

La madre y los familiares le lloran al pequeño, en la morgue del hospital de Deir al-Balah.

Aquí vemos lo contrario, el sol que se apaga, la fuerza de la madre que se rompe, la mujer y los dos hombres que la busca sostener. El señor de canas que mira los ojos cerrados del pequeño envuelto en esas sábanas blancas, el joven. En primer plano, que grita, le grita entre llano y coraje.

¿Duele? Sí, duele.

A un año de ataques de Israel a la Franja de Gaza y su gente, lo único que aumenta es el dolor. No hay una fotografía que duela más o que duela menos, el dolor no tiene peso, no tiene color, no diferencia con qué manta envuelven el cuerpo muerto, ni mucho menos qué bandera.

Dos fotografías que coincide en que quienes sufren son seres humanos: hombres, mujeres y niños. Los edificios se derrumban, el polvo sepulta todo a su paso, los muertos se acumulan y se entierran igual, pero el dolor se mantiene en la mirada, en la dureza del cuerpo y en el alma.

No hay dolor que duela menos, el dolor no sabe de guerras, duele y te mata en vida.